27/04/2025
Situaciones que nos llevan a comer de forma emocional
Incapacidad para gestionar emociones negativas. Nos han enseñado que las emociones negativas o desagradables solo nos hacen sufrir, y que por eso es mejor esconderlas, reprimirlas o contenerlas. Por no saber gestionar estas emociones, muchas personas recurren a la comida para sentirse mejor.
Mala relación o desconexión con uno mismo. El exigirse mucho a uno mismo y tener una voz autocrítica constante, hacen que reprimamos nuestras necesidades. Al estar desconectados de las señales de nuestro propio cuerpo puede ser habitual que no sepamos comprenderlas de forma adecuada. En estas ocasiones, usamos la comida como forma de distraernos, despejarnos o hasta animarnos.
Altos niveles de estrés. El estrés es una respuesta natural de nuestro cuerpo para prepararnos ante una situación compleja o que requiere de nuestra total alerta y de un gran esfuerzo por parte de nuestro organismo. El problema ocurre cuando ese estrés nos acompaña a diario, generando así efectos negativos en nosotros. Nuestro organismo lo interpreta como un peligro, y encontramos en la comida un refugio ante esta situación.
Exceso de autocontrol. El hecho de estar todo el día controlando (o, mejor dicho, tratando de controlar…) o reprimiendo nuestras apetencias, puede derivar en una explosión de hambre emocional que solamente se sacia a través del atracón. Por ejemplo, ante dietas excesivamente restrictivas se corre el riesgo de generar un efecto rebote: terminaremos consumiendo grandes cantidades de comida no solamente por frustración y agotamiento, sino porque no sabemos distinguir cuándo está saciado realmente nuestro hambre real.
Comida como exclusiva fuente de placer. Hay ocasiones en las que solamente parece que encontremos bienestar cuando comemos, haciendo así que sea la única fuente de nuestro placer. Esto puede ser consecuencia de insatisfacción personal, seguramente relacionado con el tipo de vida que llevamos.
Dificultad en las relaciones interpersonales. Problemas para expresar lo que sentimos, ser asertivos, o comunicarnos puede desencadenar un estado ansioso y gran frustración: pareciera que nunca recibiéramos aquello que esperamos o anhelamos. Es ahí cuando llenamos ese vacío con comida.