20/08/2025
SE CONSTANTE Y TODO SE TRANSFORMARÁ
Todas las noches, sin falta, la Luna acariciaba la roca con su luz plateada. La roca, inmensa y áspera, soñaba con ser suave y redonda como el guijarro que veía en el río. Un día, desesperada, le gritó al cielo:
—¡Quiero transformarme ya! ¡Quiero ser suave! ¡Quiero que mi forma refleje la belleza que siento dentro!
El viento, que todo lo oye, susurró:
—La transformación no llega con un solo grito, sino con el susurro constante de quienes te eligen, noche tras noche.
La roca no entendió. Hasta que una gota de lluvia, fina como un hilo de plata, cayó sobre su superficie.
—¿Eres tú? —preguntó la roca, esperando un milagro.
—Soy la primera —dijo la gota—. Vendrán muchas más después de mí.
Y así fue. Día tras día, noche tras noche, las gotas de rocío besaron su piel áspera. El sol abrazó su superficie. El viento pulió sus aristas con una paciencia infinita. A veces, la roca no sentía nada. Otras, creía que nada cambiaba. Se impacientaba. Lloraba en silencio porque no veía la grandeza de su sueño hecha realidad.
Pero un atardecer, después de muchas lunas, la roca miró su reflejo en el río y ya no se reconoció.
Donde antes había ángulos cortantes, ahora había curvas suaves. Donde antes la sombra era densa, ahora la luz jugaba sobre su superficie como una caricia.
No hubo un terremoto. No cayó un rayo. No hubo un grito que partiese el mundo en dos.
Fue la ternura persistente del rocío, la fidelidad del sol, la paciencia del viento.
Así es la verdadera transformación:
No es el golpe que quiebra, sino la caricia que desgasta con amor lo que ya no sirve.
No es el huracán que arrasa, sino la brisa que, día a día, esculpe con paciencia el alma.
No es en un instante de gloria, sino en las pequeñas elecciones calladas: respirar cuando duele, soltar cuando aferrarse sería más fácil, elegirse en lo invisible.
Tu vida se transforma cada vez que:
- Decides el silencio sobre el drama.
- Eliges una palabra amable hacia ti misma en medio de la crítica.
- Te permites sentir sin juzgarte.
- Sueltas una historia que te pesa, aunque sea solo un gramo hoy.
La roca nunca dejó de ser roca. Solo se descubrió a sí misma, escondida bajo capas de resistencia y tiempo.
Capa a capa. Susurro a susurro. Luna tras luna.
La constancia es amarse lo suficiente como para seguir regando la semilla, incluso los días en que no se ve la flor. Recuerda, como decimos en las Sesiones RESET: "se trata de progresión, no de perfección".