14/10/2025
CÓMO EL ESTRÉS PUEDE ELEVAR LA PRESIÓN ARTERIAL SIN QUE LO NOTES
A veces no necesitas un susto, un disgusto o una noticia impactante para que tu corazón se acelere. Basta con una rutina llena de pendientes, preocupaciones silenciosas y un ritmo de vida que no se detiene. Sin darte cuenta, tu cuerpo puede estar viviendo en modo de tensión constante, y esa activación prolongada puede elevar tu presión arterial sin que lo notes.
El estrés no es solo una sensación mental; es una reacción física. Cada vez que te enfrentas a una situación estresante —una discusión, un plazo que se acerca, una preocupación económica o incluso una sobrecarga de tareas—, tu cuerpo libera adrenalina y cortisol, dos hormonas que preparan al organismo para la acción. Esta respuesta, conocida como “lucha o huida”, acelera el corazón, contrae los vasos sanguíneos y aumenta la presión arterial para enviar más sangre a los músculos y órganos vitales.
El problema surge cuando esta reacción deja de ser ocasional y se vuelve parte de la vida diaria. El cuerpo no distingue entre un peligro real y una preocupación mental; reacciona igual. Así, muchas personas pasan semanas o meses con niveles de estrés que mantienen la presión arterial elevada de manera sostenida, sin presentar síntomas evidentes. No hay dolor, ni mareos, ni señales claras… pero el corazón trabaja bajo presión cada día.
A largo plazo, este estado de alerta constante puede dañar las paredes de las arterias, hacer que el corazón se esfuerce más y aumentar el riesgo de desarrollar hipertensión crónica, enfermedades cardíacas o accidentes cerebrovasculares. Además, el estrés suele venir acompañado de hábitos que agravan el problema: dormir poco, consumir más sal o cafeína, fumar, o buscar “refugio” en la comida. Todo eso termina alimentando un círculo vicioso que mantiene la presión alta.
Por eso, controlar la presión no se trata solo de tomar medicamentos o reducir el sodio: también implica aprender a calmar la mente y regular el cuerpo. Practicar respiración profunda, hacer actividad física, descansar bien y desconectarse del exceso de estímulos digitales puede marcar una gran diferencia.
El estrés no siempre grita; muchas veces susurra en el silencio de tu cuerpo. Y si no escuchas esas señales, puede pasar desapercibido mientras afecta tu corazón día tras día. Porque el verdadero riesgo no está en sentir estrés, sino en acostumbrarse a vivir con él.