13/09/2024
Lecciones de vida y entrega al prójimo.
Después de retirarme del boxeo en 1977, le confié las finanzas de mi carrera a mis hermanos Roy y Sonny, quienes hicieron malas inversiones que nos dejaron a todos en bancarrota en 1980. Mis propios fondos de retiro ya estaban agotados tras un viaje a Santa Lucía con mi familia. Al regresar, encontré a Roy viviendo en la casa de mi madre y enseñando boxeo a niños en un gimnasio de la iglesia. Recuerdo el día en que vi a una madre que me miró con la esperanza de que yo pudiera ayudar a su hijo a mantenerse fuera de problemas. Pero en ese momento, yo era un predicador y pensé que mi deber estaba en la iglesia, no en el gimnasio.
Poco después, me enteré de que ese niño terminó en la cárcel por un robo que salió mal. Me sentí devastado, como si lo hubiera dejado escapar de mis manos. Decidí que no podía seguir ignorando esa necesidad. Cerca de mi iglesia, había un viejo almacén abandonado. Lo compré con los pocos ahorros que me quedaban y lo transformé en el Centro Juvenil y Comunitario George Foreman, un lugar donde los niños podrían encontrar un refugio seguro, aprender sobre respeto propio y desarrollar su fuerza interior. Unas pesas, una cancha de básquet, unos guantes y bolsas de boxeo y no mucho más. No había reglas estrictas, solo un espacio para que fueran gigantes en sus propios mundos.
A medida que los días pasaban, los niños llegaban en autobuses y el centro se llenaba de vida. Pero mantenerlo en funcionamiento era caro y mis fondos se agotaban rápidamente. Mi abogado me advirtió: "George, es genial que estés tratando de ayudar a la gente. Pero tengo que decirte, vas a ser la historia más triste del boxeo desde Jack Johnson. No puedes permitirte mantener este lugar. Vas a tener que retirarte." Estaba en riesgo de perderlo todo, incluso el dinero destinado para la universidad de mis propios hijos. Pero en mi corazón, no podía dejar a esos niños sin un lugar al que llamar suyo. Ellos necesitaban este espacio tanto como yo necesitaba cumplir mi propósito.
Fue entonces cuando me di cuenta de que había una forma de conseguir el dinero que necesitábamos: tenía que volver al ring. Mi misión ahora no era solo ganar, sino salvar el lugar que habíamos construido. Me propuse regresar y convertirme en campeón mundial de peso pesado una vez más, no solo para mí, sino para todos esos niños que dependían de mí. Luchar por ellos me dio la fuerza y la motivación que necesitaba para volver y lograrlo.
George Foreman, leyenda del boxeo mundial, sobre su regreso al boxeo a los 38. Sería campeón a los 45 años, en 1994..
Fuente Web Oficial George Foreman