12/06/2025
12 de junio – Día Mundial contra el Trabajo Infantil
No es ayuda. Es complicidad.
Nos han enseñado a ver a los niños trabajadores como héroes, como pequeños valientes que “ayudan a sus padres” desde temprana edad. Les aplauden por “ser responsables”, por “salir adelante”, por tener “madurez precoz”.
Pero eso no es madurez.
Eso es despojo. Eso es abuso. Eso es abandono institucional y social.
Ningún niño se levanta a las cinco de la mañana por decisión propia para cargar costales en los mercados, limpiar parabrisas en avenidas peligrosas o vender dulces en las esquinas bajo el sol. Son enviados. Son presionados. Son entrenados emocionalmente para provocar culpa, para conmover, para obtener dinero a cualquier costo.
Llegan con voz tenue, con mirada rota, con gestos que no deberían conocer. Aprenden a exigir con desesperación lo que debería llegarles por derecho.
Y frente a eso, ¿qué hacemos como sociedad?
Les damos una moneda.
Les llamamos luchadores.
Y seguimos de largo.
Callamos nuestra conciencia y todavía nos repetimos:
“Al menos comerá algo hoy…”
“Y yo quejándome, cuando ellos tan grandes, tan hermosos, tan ejemplares…”
Sí, hermosos. Pero no porque trabajen.
Son hermosos por lo que el sistema les arrebata sin piedad.
Y si son un ejemplo, lo son de lo que no debería existir jamás:
una abominación estructural, social e institucional que normaliza su explotación.
Todos los niños son valiosos. Todos merecen amor, juego y protección.
Sí, es importante enseñar el valor del dinero y del esfuerzo. Pero ese aprendizaje debe darse en contextos seguros, simbólicos, lúdicos, educativos: vendiendo dulces en la escuela con acompañamiento, en un bazar de juguetes fuera de casa, ayudando a preparar bolis o comida en un entorno familiar y protegido.
Nunca en una esquina, nunca solos, nunca bajo amenaza o cansancio, nunca como recurso económico de supervivencia.
Porque esa moneda que damos en la calle, en lugar de ser un acto de compasión,
se convierte en un boleto directo a la reproducción de un ciclo de violencia.
Un ciclo que enseña que hay que provocar lástima para sobrevivir.
Un ciclo donde se premia la explotación con indiferencia.
Un ciclo que valida un sistema de pobreza donde la niñez es mercancía y no humanidad.
Organismos que se proclaman defensores de los derechos de la infancia, como el DIF, UNICEF, ACNUR y muchas otras instituciones, aparecen en informes, cifras y campañas institucionales. Pero muchas veces sus acciones se quedan en la superficie, en discursos políticamente correctos, en simulaciones de ayuda que no tocan las raíces del problema, en burocracias que observan sin actuar con contundencia.
Mientras tanto, la niñez sigue siendo usada, violentada, ignorada y empujada a la calle con impunidad.
El trabajo infantil no es cultura.
Es negligencia social sostenida por una doble moral.
Es una herida abierta que duele a la vista… pero que aún así, la mayoría prefiere no mirar.
Dnb Gzm Brznza