29/09/2025
Cuando te preocupas por ser preocupon.
Freud decía que la preocupación es muchas veces el disfraz de un deseo inconsciente: detrás de ese “y si pasa algo malo” se esconde el intento de controlar lo que no se puede. Preocuparse demasiado es querer anticipar el dolor para sentir que uno lo domina, aunque en verdad termine aprisionándonos.
El “preocupón” no solo sufre por lo que todavía no ocurrió; sufre también por esa fantasía inagotable que lo mantiene atado al futuro y desconectado del presente. Como diría Pichón Riviere, se trata de una “enfermedad del vínculo”: el sujeto queda atrapado en la rueda de la ansiedad, aislado de su capacidad de jugar, de crear, de confiar.
Vive con el miedo como compañero constante, y en ese diálogo interno se va perdiendo la posibilidad de disfrutar.
La preocupación crónica, vista desde el psicoanálisis, es un modo de defenderse del vacío, de no tolerar la incertidumbre. Pero cuanto más intentamos controlarlo todo, más nos esclaviza lo que tememos. Es como querer tapar el río con las manos: el agua se escurre igual, y en el esfuerzo quedamos agotados.
Ser preocupon, entonces, no es un defecto moral sino un síntoma: habla de la dificultad para confiar en la vida, en los otros y en uno mismo.
El camino no es eliminar la preocupación —sería negar nuestra condición humana—, sino aprender a alojarla sin que gobierne la existencia.
Como bien dice Gabriel Rolón: “la vida no se trata de no tener miedo, sino de animarse a vivir a pesar de él”.
Quizá la verdadera libertad no consista en dejar de preocuparse, sino en animarse a caminar con la incertidumbre, sin que la preocupación sea la que decida por nosotros.🧡💛
Psicóloga María Dolores