
13/07/2025
-Humanizar al profesional de la salud mental es reconocer que, aunque es un profesional entrenado para sostener el sufrimiento del otro, también es una persona que siente, se conmueve y se afecta emocionalmente. No está fuera del dolor, ni inmune al impacto que conlleva acompañar procesos de enfermedad, duelo, trauma o desesperanza.
-El profesional no es una herramienta fría o neutra, sino la medicina más utilizada en la relación de ayuda, y por tanto debe ser también cuidadosamente calibrada y atendida.
-La exposición constante al sufrimiento ajeno —cuando no va acompañada de autoconciencia y prácticas de regulación emocional— puede generar lo que se conoce como fatiga por compasión o trauma secundario, una forma de desgaste que no solo erosiona la salud mental del terapeuta, sino también su calidad de presencia, su vocación y su capacidad de sostener al otro desde la compasión.
-Humanizar nuestra función es, entonces, validar nuestro derecho a sentir, a reconocer el cansancio, la angustia o incluso la impotencia frente a la historia del otro. Es permitirnos reconocer nuestros límites sin culpa. Es recordarnos que cuidarnos no es egoísmo, sino una responsabilidad ética. Porque nadie puede sostener genuinamente el dolor de otro si no aprende a cuidar del propio.
-Porque sí, el profesional de la salud mental también duele, también se rompe y también necesita ser acompañado. Y visibilizarlo no lo debilita, lo hace más auténtico, más presente y más humano. Y solo un humano presente puede ofrecer un cuidado verdaderamente sanador.