03/06/2025
"No confío en ti, te esquivo. No me corriges, me destruyes. No aprendo la lección, aprendo a temerte. No obedezco por respeto, obedezco por miedo."😔
"Soy tu hijo, pero a veces me siento tu enemigo. Me miras con rabia cuando fallo, me castigas sin piedad cuando no cumplo tus expectativas. Te escucho gritar que lo haces "por mi bien", pero… si fuera por mi bien, ¿por qué duele tanto?💔
Me quitas lo que amo. Me encierras en silencio. Me dejas sin opciones. Me castigas hasta que no me quedan lágrimas, hasta que no me queda voz para explicarte lo que realmente pasa dentro de mí.
Dices que quieres que aprenda, pero lo único que aprendo es a esconderme. A mentir para evitar el castigo. A callar para no enfurecerte. A ser quien no soy para que me aceptes.
Y un día, cuando ya no quede nada de mí, cuando ya no me duela ni tu rabia ni tu desprecio, te preguntarás por qué ya no te hablo, por qué ya no te busco, por qué cuando me miras, mis ojos están vacíos.
Porque te llevaste todo. Porque el miedo reemplazó al amor. Porque mi hogar dejó de ser un refugio… y se convirtió en mi prisión."
Del Apego al Trauma: Cómo el Amor y el Miedo Moldean la Identidad Humana
La construcción de la identidad humana se teje entre dos fuerzas esenciales: el amor, que nutre la confianza y la conexión, y el miedo, que fragmenta el ser en mecanismos de supervivencia. Desde los patrones de apego en la infancia hasta la capacidad de intimidad en la adultez, el desarrollo emocional depende de cómo las figuras parentales equilibran la protección y el respeto por la diferencia. Cuando el miedo reemplaza al amor, no solo se erosiona la capacidad de amar, sino que se siembran heridas profundas que demandan sanación.
1. Los Cimientos Evolutivos: Apego e Intersubjetividad
El apego es una estrategia de supervivencia inscrita en nuestra biología. Durante los primeros años de vida, dependemos de cuidadores para desarrollar formas de comunicación, regulación emocional e incluso erotismo. La intersubjetividad, logro evolutivo clave surgido hace unos 900 mil años, permitió a las hembras homínidas confiar sus crías a otras, un hecho revolucionario entre los grandes simios.
Esta capacidad de "leer rostros" y crear protolenguajes sentó las bases para el lenguaje y la cooperación, mientras los patrones de apego e intersubjetividad se entrelazaban, influyendo en la sexualidad adulta y las dinámicas de pareja.
2. Intimidad y Diferenciación: El Espacio entre el Yo y el Otro
La intimidad no es fusión, sino un espacio delimitado por la diferencia. Para que exista un "interior" (intimus), debe haber un "exterior". Este límite se construye cuando la madre —u otra figura cuidadora— permite al niño diferenciarse, evitando la homogenización psicótica donde no hay separación. Aquí surge la función del padre como "terceridad": su rol es romper la indiferenciación madre-hij@, introduciendo un corte simbólico que inaugura la vida social. Sin este límite, no hay intimidad, solo un vacío profano.
3. Cuando el Miedo Sustituye al Amor: Trauma y Fragmentación
Françoise Dolto advirtió: "Un niño criado en el miedo aprende a defenderse, no a amar". El castigo extremo, la invalidación o la rabia parental no educan; destruyen. En lugar de confianza, el niño desarrolla hipervigilancia, mentiras o desconexión emocional. Franz Ruppert explora cómo estos traumas tempranos fracturan la identidad en tres partes: una traumatizada (el dolor congelado), una superviviente (mecanismos de defensa) y una sana (el yo auténtico sepultado). La ausencia de amor convierte el hogar en una prisión, donde el miedo reemplaza la seguridad.
4. Consecuencias: Del Silencio a la Identidad Vacía
Cuando el cuidado se basa en el control, el niño internaliza que el amor es condicional. Aprende a esconderse, a negar sus necesidades, hasta que su mirada se vacía. La falta de diferenciación saludable (ausencia del "corte" paterno o materno) agrava esto: sin intimidad psicológica, el individuo repite patrones de fusión o rechazo en sus relaciones adultas. La sexualidad, ligada a estos patrones, puede volverse disfuncional, y la cooperatividad se transforma en desconfianza crónica.
5. Sanar: Reintegrar el Amor desde la Terceridad
La terapia del psicotrauma, como propone Ruppert, busca reintegrar las partes fragmentadas del self. Esto implica reconocer el trauma, soltar los mecanismos de supervivencia y reconectar con la identidad sana. El proceso requiere un "tercero" simbólico —un terapeuta, un grupo de apoyo, un arte— que ejerza la función de corte, ayudando a distinguir entre el pasado traumático y el presente seguro. Solo así se restaura la capacidad de amar, no desde el miedo, sino desde la elección auténtica.
Conclusión:
La identidad humana es un tejido delicado entre el apego primario y la capacidad de diferenciarse. Mientras el amor construye puentes hacia la intimidad y la autenticidad, el miedo erige muros que atrapan al ser en laberintos de supervivencia. La sanación no está en negar el trauma, sino en honrar la verdad de esas heridas, para que el amor, al fin, deje de ser un refugio perdido y se convierta en un hogar posible.
Tomado de la red,
Créditos a su autor.
CReSe - Centro de Recursos Socioemocionales