17/06/2022
Oxomoco
Cipactonal, el semi-dios del Omeyocan, iba y venía por los caminos azules. Era hermosa su figura, era ágil su andar y el movimiento de sus manos, gracioso. Cipactonal estaba silencioso, Cipactonal no hablaba ¿con quién podría hacerlo? Cipactonal estaba solo.
Quetzalcoatl y Huitzilopochtli, sus creadores guardaban silencio. ¿Sería conveniente que viviera solo como el dios viejo? Porque el dios viejo jamás tendría compañera, Tezcatlipoca y Camaxtle externaron su opinión. Nosotros tenemos padre y madre, el señor y la señora dos, el dios dual, nos crearon, los cuatro constituimos sus hijos verdaderos, los dioses principales. No es justo que destinemos a la soledad al primer hombre, un semidiós, hay que darle compañera. Pero nuestros padres temen que el nuevo ser, egoístamente, olvide su condición humilde, de semi-dios, forjado de materia y no de esencia divina, ellos temen que ensombrecido por los dones que se le han dado se olvide de darnos reverencia, aseguró Camaxtle.
Pero Quetzalcoatl, el siempre bondadoso dios, externó su pensamiento haciendo hincapié en que ese primer hombre tenía esencia divina, que no era justo que se le condenara cuando aún no actuaba, puesto que apenas empezaba a respirar.
Y Huitzilopochtli de acuerdo con su hermano blanco, aseguró que el hombre creado por ellos no podría vivir aislado del mundo, porque si se encontrara separado de éste, nunca podría utilizar sus poderes humanos y por lo tanto, él tendría que buscar por naturaleza la compañera, el ser afín, en la que volcaría sus sentimientos.
Quetzalcoatl y Huitzilopochtli convencidos de los razonamientos volvieron al taller sagrado, al Tlacapillacihualoyan, y se dieron a la tarea de crear a la compañera de Cipactonal. Los dos volvieron a dar vida a la materia, y perplejos quedaron cuando empezaron a formar el nuevo ser.
¿Era necesario que fuera igual a Cipactonal? ¿Debería tener los mismos atributos que él?
Huitzilopochtli pensaba que debía de ser el primer varón, con los mismos dones, en cambio Quetzalcoatl deseaba fuera diferente, más delicado, más hermoso, más perfecto.
Luego los dos, después de construido el armazón duro que sería
cubierto de madera suave, llegaron al acuerdo de que eran necesarias las diferencias, los contrastes, aptos para romper la monotonía de los seres.
Por lo que los dioses creadores, con exquisitez fueron forjando a la
compañera de Cipactonal, y cuando hubieron de haberla terminado, ambos quedaron satisfechos.
La silueta del nuevo ser era armoniosa, de piel tersa, de cabello
suave. Sus pupilas tenían más luz y sus labios carnosos sabían sonreír, toda ella era perfecta, rítmica.
Los dioses, alborotados, llamaron al instante a sus padres y a sus
hermanos, ¡ya tenía compañera Cipactonal!
No tardaron en llegar al taller sagrado, el señor Ometecutli y la señora Omecihuatl, así como el dios Tezcatlipoca y su hermano Camaxtle quienes quedaron complacidos con el nuevo ser creado, después de observar su figura y su cadencioso movimiento, el dios supremo creador habló:
El nuevo ser habrá de dar lo vivo que está en ella: la alegría, la comprensión, el conocimiento, la tristeza, ella llegará a saber que el amor es poder que genera amor y que es más grato dar que recibir.
Y la señora Omecihuatl, la señora dos aseguró. ¡Ella vivirá plenamente su ansias interiores!, sus afanes espirituales, haciéndolo con bondad y alegría. ¡Será fuerte ante el sufrimiento y la pena, tendrá equilibrio en la acción, en el pensamiento y en la emoción,
y sobre todas las cosas, será bondadosa y creadora!
Los dioses guardaron silencio, por la posesión de la partícula divina,
ese nuevo ser sería comprensivo, sería expresivo, sería diáfano su sentido del amor, será ella, será refugio, ayuda y estímulo. En la compañera del hombre se habían aliado alma y cuerpo y la
llamaron Oxomoco.
Y alagados con la obra perfecta de los dioses, con delicadeza, la
fueron a colocar en el Omeyocan, cerca muy cerca de Cipactonal.
Oxomoco iba caminando por los campos extensos del Omeyocan e iba pensando que todo lo que le rodeaba era hermoso, lo delicado de las nubes, el frescor del aire que respiraba, y ella embriagada de dicha, se sentía hermosa, se sentía delicada.
De pronto las nubes se estremecieron, era Cipactonal; Oxomoco apareció ante sus ojos y él quedó sorprendido, luego le preguntó:
—¿Quién eres?
—¡La mujer, tu compañera!
--¡Mujer, qué hermosa eres! ¡Tu belleza es etérea y casi transparente y en el interior de tu alma arde la flama! Este es el milagro de la creación.
--Y soy la fuente en que puedes calmar todas las angustias y endulzar todos los dolores.
—¡En tu cuerpo se reflejan todos los reflejos del fuego!
-—Dame la mano.
--Aquí la tienes.
Y los dos caminaron, los dioses expectantes los contemplaron.
Cipactonal parecía salir de un sueño.
¡Qué hermosa eres, primera mujer del mundo! Me siento atraído por ti, te comprendo, y sin embargo es difícil expresar el sentimiento que tengo por ti, te esperaba antes de saber tu existencia.
PASO, CAMINO Y DANZO CON LA CUENTA DE LA ARMONÍA Teoría matemática del origen del universo y el orden de la cuenta del maíz en la danza de Anáhuac.