12/11/2025
LAS PERTENENCIAS
(Por Fernando D'Sandi)
Del libro DEL OTRO LADO
Diario de los que se extrañan
Disponible en Amazon
“De todo lo que tuve,
solo me traje lo que amé.”
He visto mis cosas desde este lado.
Al principio me costó entender por qué seguían allí, tan quietas, tan llenas de mí.
La taza con la que desayunaba, todavía con una grieta en el borde.
El abrigo colgado detrás de la puerta,
el perfume que alguien guarda en un cajón y no se atreve a usar.
Las pertenencias —ahora lo sé— no son objetos: son extensiones del alma que se quedó prendida a la vida.
Los vivos las miran y sienten un n**o.
Las tocan con respeto, con miedo, como si adentro aún respirara mi sombra.
Y tal vez sí.
Porque las cosas, cuando se han amado, guardan memoria.
El alma no habita en los cementerios,
pero a veces se esconde en una camisa, en una foto, en un papel doblado.
No es apego.
Es cariño detenido.
Los objetos conservan el calor del que los usó,
como si la materia supiera que el amor deja huella.
He visto cómo intentan decidir
qué hacer con todo eso.
Algunos lo guardan, otros lo donan,
otros lo dejan tal cual,
esperando que el tiempo se encargue
de lo que el corazón no puede.
Y los entiendo.
Cada cosa mía es un espejo.
Y los espejos duelen cuando uno aún no puede mirarse sin llorar.
Pero quiero que sepan esto:
no me dolería que las dejen ir.
No me entristece que limpien los cajones ni que cambien los muebles.
Porque yo ya no estoy en las cosas;
estoy en lo que las cosas significaron.
Si decides guardar mi libro favorito,
guarda el gesto con que lo abría.
Si te quedas con mi reloj,
piensa en el tiempo que compartimos, no en las horas que ya no están.
Si hueles mi ropa,
no busques el olor: busca el instante.
El alma no vive en la tela,
vive en el recuerdo que se enciende cuando la tocas.
He visto a quienes no se atreven a tocar nada,
por miedo a borrar mis rastros.
Y también a quienes tiran todo,
como si el olvido fuera remedio.
Ni uno ni otro entienden que el amor no se guarda ni se borra.
El amor se acomoda.
Y cuando se acomoda, las cosas dejan de doler.
No quiero que vivas rodeado de mis restos.
Quiero que mi memoria te acompañe,
no que te ate.
Deja que las cosas tengan otro destino.
Que alguien más use mi abrigo,
que mis libros aprendan otras manos,
que mis cosas vuelvan a la vida en otras historias.
Esa es la manera más hermosa de dejarme seguir viviendo.
Cada cosa mía tiene su secreto.
La cuchara con la que comía guarda el sabor de mis últimos días tranquilos.
Las cartas que escribí y nunca envié tienen la voz de mi alma apurada.
La cama donde dormí tiene el molde de mis pensamientos.
Y tú, que las ves con nostalgia,
crees que te hablan de mí.
Pero en realidad, te hablan de ti.
De lo que compartimos,
de lo que aún necesitas entender.
No temas deshacerte de lo que duele.
La memoria no se va con las cosas.
Lo que duele no es el objeto,
sino el recuerdo sin abrazo.
Cuando puedas recordarme sin peso,
cuando mi nombre no te apriete el pecho,
sabrás qué conservar y qué dejar ir.
Y cuando dejes algo ir,
no lo tomes como pérdida,
sino como liberación.
De este lado aprendí
que la materia es solo un disfraz.
Nada realmente desaparece.
Todo cambia de forma.
Esa foto que guardas con lágrimas,
ya no es una imagen: es una ventana.
Y cada vez que la miras con amor,
yo cruzo por ella, sin ruido.
Un día, cuando el duelo se haya vuelto manso,
vas a poder abrir mis cajones sin miedo.
Vas a tocar mis cosas y vas a sonreír.
Y ese día sabré que estás lista,
porque por fin habrás entendido
que no me fui de lo que fuimos,
solo cambié de casa.
He visto a quienes guardan mi voz
en grabaciones,
mi letra en papeles amarillos,
mi rostro en fotos que repasan
como si fueran oraciones.
Y quiero decirles que está bien.
No lo hagan para retenerme,
háganlo para recordarse a ustedes mismos quiénes fueron conmigo.
El amor no se conserva; se transforma.
Y si me dejas, te prometo que mi presencia
se volverá más clara, más libre, más tuya.
El día que abras mis cajas sin dolor,
ese día volveré a ti en la risa,
en el canto, en la calma.
No en los objetos, sino en la vida que siga después de ellos.
Y cuando eso pase,
cuando puedas dar lo que fue mío,
yo lo sabré.
Porque sentiré tu alma liviana,
y entonces podré decir:
“al fin entendiste… no me pierdes,
me compartes.”
Yo no estoy en mis cosas.
Lo que me contiene
es tu manera de recordarme.
DEL OTRO LADO
Diario de los que se extrañan
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