17/12/2024
Relajación profunda
Dejar que tu cuerpo descanse es muy importante. Cuando tu cuerpo está a gusto y relajado, tu mente también estará en paz.
Tiéndete cómodamente boca arriba sobre el suelo o la cama. Cierra los ojos. Deja que los brazos descansen suavemente a los lados del cuerpo y que tus piernas estén relajadas y se inclinen hacia fuera.
Mientras inspiras y espiras, sé consciente de todo el cuerpo que está tendido. Siente las zonas del cuerpo que se mantienen en contacto con el suelo o con la cama sobre la que estás. Con cada espiración, siente cómo te vas hundiendo cada vez más en el suelo, liberando la tensión, liberando todas las preocupaciones, sin aferrarte a nada. Mientras inspiras, siente cómo sube el abdomen; y al espirar, cómo baja. Dedica varias respiraciones a observar únicamente cómo el vientre sube y baja.
Ahora, mientras inspiras, sé consciente de los dos pies. Toma conciencia de lo maravilloso que es tener dos pies, que te permiten caminar, correr, hacer deporte, bailar, conducir y realizar tantas otras actividades a lo largo del día. Envía tu agradecimiento a los dos pies por estar siempre ahí para ti cuando los necesitas.
Sé consciente de la pierna derecha e izquierda. Aprecia cualquier cantidad de fuerza y salud que haya en ellas.
Sé consciente de las dos manos descansando en la superficie. Aprecia lo maravilloso que es tener dos manos. Siente todas las cosas que las dos manos te permiten hacer: cocinar, escribir, conducir, mantener la mano de alguien entre las tuyas, sostener a un bebé, lavar tu cuerpo, dibujar, tocar un instrumento musical, arreglar cosas, acariciar a un animal, sostener una taza de té.
Sé consciente de los dos brazos. Envíales tu agradecimiento por permitirte abrazar a alguien, columpiarte, ayudar y servir a los demás, y trabajar duramente.
Sé consciente de los hombros. Al inspirar y espirar, sé consciente de que puedes haber dejado acumular mucha tensión y estrés en los hombros. Con cada exhalación, deja que la tensión se vaya de ellos, sintiendo que se van relajando cada vez más.
Sé consciente de tu corazón. Mientras inspiras y espiras, siente lo maravilloso que es tener un corazón palpitando en el pecho. Tu corazón te permite vivir, y siempre está ahí para ti, cada minuto, cada día. Sin descansar ni un solo instante. Tu corazón ha estado latiendo desde que eras un feto dentro del útero de tu madre.
Sé consciente de los ojos, de lo valiosos que son, porque te permiten mirar los ojos de alguien que amas, ver una bella puesta de sol, leer y escribir, moverte fácilmente por los alrededores, contemplar un pájaro volando en el cielo y ver una película; tus ojos te permiten hacer un montón de cosas. Dedica un poco de tiempo a apreciar el regalo de la vista.
Sigue relajando otras zonas del cuerpo, utilizando el mismo modelo. Si hay cualquier lugar en tu cuerpo que esté enfermo o que te duela, dedica este espacio de tiempo a tomar conciencia de él y enviarle tu amor. Inspirando, deja que esta zona descanse; y espirando, sonríele con gran ternura y afecto. Sé consciente de que hay otras partes del cuerpo que continúan estando fuertes y sanas. Deja que esas partes de tu cuerpo envíen su fuerza y energía a la zona débil o enferma.
Por último, inspirando sé consciente de todo el cuerpo que está tendido. Espirando, disfruta de la sensación que te produce el cuerpo tendido, que se siente muy relajado y tranquilo.
Mientras inspiras, sonríe a tu cuerpo; y mientras espiras, envíale tu amor y compasión. Siente cómo todas las células de tu cuerpo sonríen alegremente contigo. Siente gratitud hacia las células de tu cuerpo. Vuelve a centrar la atención en cómo el estómago sube y baja.
Thich Nhat Hanh (Libro: La ira) 🌿