21/11/2025
➡️ Las personas con Apego Ansioso/Ambivalente también siguen un ciclo predecible.
Se entregan rápido cuando la conexión se siente intensa, recíproca y llena de señales de interés.
Saben cómo mostrar cariño, cómo abrir su corazón y cómo construir cercanía en poco tiempo.
Su presencia es cálida, disponible, y suelen ser quienes sostienen el vínculo al inicio.
Cuando la relación avanza, no se alejan: se activan.
Cada silencio empieza a sonar a peligro, cada cambio en el tono a posible abandono.
La ansiedad comienza a subir.
Empiezan a sobreanalizar, a buscar señales, a preguntarse qué hicieron mal.
Intentan compensar esa incertidumbre acercándose más, escribiendo más, demostrando más.
Pero esa intensidad, a veces, hace que la otra persona tome distancia.
Esa distancia los descoloca.
Los hace sentir inseguros, indignos, confundidos.
Comienzan a preguntarse si son “demasiado”, si algo en ellos espantó al otro.
La mente empieza a crear historias:
que algo cambió,
que ya no los quieren,
que la relación está en riesgo.
Y mientras más buscan conexión, más sienten la ausencia del otro.
Aparecen los impulsos: llamar, insistir, aclarar, pedir seguridad.
No porque quieran controlar, sino porque su sistema nervioso está literalmente pidiendo auxilio.
Si logran reconectar, sienten alivio inmediato.
Pero ese alivio nunca dura demasiado, porque el ciclo vuelve a activarse ante el siguiente silencio o distancia.
Luego vienen los reproches internos:
“¿Por qué soy así?”,
“¿Por qué me aferro tanto?”,
“¿Por qué amo más de lo que deberían amarme?”
La verdad es que el patrón tampoco cambia mientras no se comprenda.
Cada vez que la conexión parece en riesgo, la herida del abandono toma el control.
Por eso su camino de sanación es aprender a regular ese sistema nervioso,
a reconocer la diferencia entre realidad y miedo,
y a construir vínculos donde no tengan que rogar por lo que merece ser dado de forma natural.
Terapia individual y de pareja
Ensenada 686 119 8204