30/10/2025
En Viena Freud consultaba,
soñadores sin control,
cuando llegó la calavera
con su risa de carbón.
“Buenas noches, don Sigmundo,
vengo a darme confesión:
me persigue un extraño
que me angustia con pavor”.
Freud se ajusta bien los lentes,
con su barba muy formal:
“Lo que usted tiene, mi amiga,
¡es complejo parental!”
La parca toda nerviosa
comenzó a sudar de horror:
“¡Ese tema no lo toque,
que me rompe el corazón!”
“Analiza mis deseos,
y no me muero de emoción…”
Freud responde muy tranquilo:
“Usted es pura represión”.
La huesuda, confundida,
se empezó a desintegrar,
pues el ello y el superyó
no logró identificar.
Y aunque dio mil argumentos
con afecto seductor, Freud sin miedo y sin pena a la muerte interpretó.
Por eso Freud sigue vivo
en consulta celestial,
interpretando los deseos, aunque sean del más allá.