15/04/2025
“La ciencia, que ocupa el lugar del deseo, sólo puede ser una ciencia del deseo bajo la forma de un formidable. De interrogación, y esto sin duda no deja de tener un motivo estructural.”
Es decir que la ciencia también toma a cargo una expectativa del lado del sujeto en lo que toca al deseo, sobre todo hoy donde la ciencia busca hacer existir, como decía Lacan en la tercera, la relación sexual, es decir, la ciencia busca desembarazarnos de lo imposible, mostrarnos que justamente podríamos encontrar el objeto de nuestros deseos y no desear más nada.
Hay algo aquí que toca la relación con los remordimientos e incluso la culpabilidad. Lacan lo evoca en este pasaje cuando nos dice de alguna manera que la cuestión del deseo esta tan tomada por la político como por la ciencia.
Por la política, en cuanto aparece un amo nuevo, nos habla de Alejandro magno, de Hi**er llegando a parís, cito;
"¿Qué proclama Alejandro llegando Persépolis al igual que Hi**er llegando a París? Poco importa el preámbulo: he venido a liberarlos de esto de aquello. Lo esencial es lo siguiente: continúen trabajando. Que el trabajo no se detenga. Lo que quiere decir: que quede bien claro que en caso alguno es una ocasión para manifestar el más mínimo deseo.
La moral del poder, del servicio de los bienes, es: en cuanto a los deseos, pueden ustedes esperar sentados. Que esperen.”
Es decir, la moral del poder es hacer trabajar a todo el mundo y dejar de lado la dimensión del deseo. A nivel del amo es que las cosas funcionen, del lado de la ciencia, implicaría empujar a lo más lejano, a los límites de lo posible y una vez que esto se realiza (aquí es donde aparecen los remordimientos de Oppenheimer) aparece la angustia del sabio, la angustia del científico, ‘que horror que he producido, he producido la bomba atómica.’
La angustia y culpa del científico aparece como una racionalización, como si descubriera algo que no supiera desde el principio, y este horror, estos remordimientos de no haber cedido a su deseo no de saber, porque no se trata de un deseo de saber, sino de un deseo de manipular lo real llevándolo justamente a darnos el código que anima lo real como posible para poder, a partir de este saber que traduce el código que anima lo real, domesticarlo, domarlo y hasta cierto punto hacerlo desaparecer.