
30/08/2025
MONTESSORI, LA PEDAGOGA ITALIANA QUE REVOLUCIONÓ LA EDUCACIÓN: "EL NIÑO QUE AYUDA SE SIENTE ÚTIL. Y AL SENTIRSE ÚTIL, SE SIENTE VALIOSO"
(Cuerpomente.com)
La gran maestra nos dejó una valiosa lección. Ayudar es un regalo, pero solo cuando permitimos que todos ofrezcan su ayuda en igualdad de condiciones.
Seguro que alguna de estas situaciones te resulta familiar. Te sientas a la mesa, y a los más pequeños de la familia rápidamente se les sustituye un vaso de cristal por uno de plástico. Los cuchillos, por supuesto, también desaparecen de la mesa. O quizá, al ir a servirse un poco de agua de una botella, las raudas manos de un adulto protector completan la tarea por él. Sin que nadie pida ayuda, se atiende al menor en un pispás. Te suena, ¿verdad?
Estas acciones que realizamos casi por costumbre y de forma automática alrededor de los más pequeños, y que se ven acompañadas de cordones que se atan, botones que se abrochan, tijeras que desaparecen de manos y pegamentos que se ponen solos sobre el papel, lejos de ser entendidas como actos de cuidado, deberían verse como preocupantes. Y es que, según María Montessori, profesora y pedagoga, “el niño que ayuda se siente útil. Y al sentirse útil, se siente valioso”.
EL REGALO DE AYUDAR
Ayudar es un regalo, pero no en el sentido que imaginamos. Lo que sabemos ahora, gracias a la psicología moderna, es que en realidad es quien hace el favor, y no quien lo recibe, quien obtiene una mayor recompensa emocional y química. Así lo afirma el profesor de la Universidad de Harvard, Arthur Brooks.
Sin embargo, mucho tiempo antes, fue María Montessori la que percibió cómo este hecho afecta a la educación de los más pequeños. Y es que, aunque la costumbre es cubrir las necesidades de los niños y ayudarlos incluso cuando no han solicitado ayuda, este tipo de comportamiento los puede perjudicar.
La experta y creadora del método Montessori observó que, cuando no permitimos a los niños hacer tareas domésticas básicas, como cortar su comida con un cuchillo, recortar algo o servirse un vaso de agua, estamos desconfiando de sus capacidades infantiles y condenamos a la dependencia hacia el adulto.
ADAPTARSE AL ENTORNO
Si por algo se caracteriza la infancia de todo ser humano, es por el aprendizaje. Los niños, desde que nacen, observan a los adultos e intentan imitar sus comportamientos para así aprender cómo funciona el mundo que les rodea. Para desarrollarse y, poco a poco, alcanzar la independencia del adulto.
Lo curioso es que, tal y como observó María Montessori, muchas de las viejas reglas de la educación impiden que esto se desarrolle de forma natural, porque impedimos que los más pequeños hagan las mismas tareas que hacemos nosotros. De esta forma, limitamos su desarrollo.
Al eliminar esta costumbre y permitir a los niños realizar estas tareas adaptando simplemente los materiales o el mobiliario al tamaño necesario, Montessori descubrió algo que quizá te cueste imaginar: los niños son capaces de mucho más de lo que pensábamos.
De hecho, el hecho de ofrecer al niño cada vez más responsabilidad y nuevas tareas en su entorno (sea su casa o su centro escolar) hace que se sienta parte útil de su comunidad o de su familia, lo que a su vez repercute en su autoestima y su felicidad.
UN CAMBIO DE PERSPECTIVA
Las enseñanzas de María Montessori nos ayudan a acercarnos a las habilidades infantiles desde otra perspectiva. La clave no está en suplir la falta de destrezas que percibimos interviniendo en cada tarea que intenta hacer el niño, sino en adaptar los materiales y el entorno para que sea seguro que pruebe todo cuanto necesite para su desarrollo.
De esa forma, en lugar de arrebatarle la botella de agua, podemos enseñarle previamente cómo nos servimos el vaso, para luego permitir que lo intente. Si el agua se derrama, no pasa nada. Podemos disponer de paños cerca y, ya que estamos, enseñar a nuestro hijo a limpiar la mesa. Dos por uno en aprendizaje y en ayuda.
Estos cambios, aunque parezcan sutiles, repercutirán positivamente en la infancia de los más pequeños.
NIÑOS DESMOTIVADOS
La alternativa ya la conocemos, niños que finalmente encuentran que realizar cualquier tarea en casa es un fastidio, algo aburrido y que prefieren ahorrarse. Algo que, además, creen que hacen mal por sistema. Tenemos, como resultado, niños desmotivados.
Y es que, pasada la etapa en la que esa curiosidad natural lo llevaba a querer ayudar y participar en todas las tareas que le prohibíamos, ya no está interesado en incorporar esas habilidades. Ahora no es algo que haga por impulso, es algo que le obligamos a hacer. Y como sucede con otras tantas cosas en la vida, aquello que te toca hacer por obligación no te atrae demasiado.
Las discusiones posteriores por esta falta de interés las conocemos de sobra. Lo que quizá ignorábamos, hasta ahora, es que los causantes de estos roces somos, precisamente, los adultos. Porque al impedir a los niños desarrollar sus habilidades y sus inquietudes en la colaboración de forma natural, hemos segado este interés de raíz. Por suerte, un sencillo cambio de perspectiva, e información que se encuentra al alcance de todos, puede prevenirnos este y otros muchos grandes errores. Ese es el legado que nos dejó María Montessori.
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