31/05/2025
José Manuel Sánchez Zepeda
1937-2018
Don José Manuel, como algunos le llamaron, fue un gran hombre, pero, ¿por qué decir esto? Dicha afirmación puede prestarse a diferentes argumentaciones, por ese motivo, honrando la memoria de quién fue: hijo, hermano, esposo, padre, abuelo, bisabuelo, tío, amigo, vecino o simplemente un ser humano, le recordamos con cariño ya que dejó huellas muy particulares en sus seres queridos y entre quienes tuvimos la fortuna de conocerlo e identificarle como persona que se establecía metas, porque era ambicioso de cosas sencillas y grandes a la vez y se convirtió con ello en lo que podríamos llamar un hombre de bien.
Hombre grande no solo por su complexión física y estatura de 1.80 o por su ser de buen comer y su amor por el trabajo, era un hombre fiel a su esposa y seres queridos, a sus creencias, convicciones, con una manera muy particular de introspección que lo hacían capaz de reconocer algunos de sus defectos y junto con ellos esforzarse por realizar cambios en su vida o en sus acciones, fue un hombre de varias empresas, la más importante su familia nuclear y extensa.
José Manuel se establecía rutinas a las que abrazaba fielmente de manera metódica acompañado de horarios y cantidades, sus rutinas eran ejemplo de constancia cuando se referían al trabajo. Su oficio era el de comerciante. Él decía: agradezco a Dios y al comercio muchos de mis logros.
Con sus logros, fue un buen capacitador, tanto para sus hijos como para sus diversos colaboradores, todas y todos los que ahí estuvimos algún tiempo podemos dar Fe de que la venta de papelería, su oficio principal junto con su peculiar personalidad y método, fueron escuela para desempeñar cualquier trabajo. Él decía que saber trabajar era la más importante herencia que nos dejaría.
Con esa herencia fue bondadoso, es un orgullo escuchar a varias personas comentar haber recibido sus enseñanzas. Él decía que el trabajo te permite aprender a ser puntual, cumplido, ordenado y administrado. Para él era importante que las personas ahí, en el trabajo, descubrieran sus capacidades, porque lo mejor que le podía suceder a una persona era que emprendiera lo que estaba a la medida de sus capacidades. Claro que el estudio también era importante, sin embargo, estudio sin capacidad no permite el movimiento, para él el movimiento y la capacidad era algo que siempre se podía desarrollar, si quieres más, solo esfuérzate más en eso en lo que eres bueno y no olvides que para tus logros igual de importante es que conozcas tus limitaciones como tus cualidades. Tal vez por eso era rutinario y a la vez un hombre de cambios.
A él le gustó mucho caminar y observar lo que sucedía alrededor, le gustaba mirar cómo se daban los cambios en la ciudad y en las necesidades de las personas y de sus clientes. Decía: el cliente es primero, es importante ver que están haciendo los grandes para adaptar tu negocio a los cambios, como es importante hacer cambios en tu vida y plantearte nuevos objetivos.
Sus rutinas las aplicaba también en diferentes tipos de aficiones, por ejemplo: al café, a la cerveza, a algún tipo de pan, dulce, refresco, o comida, aficiones que adquiría y luego dejaba, así marcaba la diferencia cuando de manera determinante podía poner a prueba su fortaleza como para decir: esa rutina ya no más, y en efecto cumplir con lo que ello significaba. Así por ejemplo un día inició su rutina de fumar y fumar, y así también un día dijo ya no más.
José Manuel puede ser recordado como alguien de pocas palabras y valiosos consejos, cariñoso aunque no lo pareciera, amable y con un gesto que parecía poco amigable. Se describía como poco sociable, pero ahí en esa auto-descripción como en otras más, se mostraba orgulloso de ser pareja de Silvia, su compañera de vida, a quien reconocía como sociable, amorosa y llena de Fe.
Para él, Silvia fue tanto, que decía que se conformaba con lo que le tocara de ella, la consideraba una mujer y compañera inteligente, que podía y sabía manejar el dinero, que podía tomar decisiones y trabajar dentro o fuera de casa, porque la veía como valiosa por ser ella, no por estar a su lado. Más aún, se sentía afortunado de conocerla y reconocerla. Sus hijos le escuchamos decir: “lo que diga tu madre”. Siempre le dio un lugar muy importante, no dejaba de mencionar lo importante que fue conocerla.
Conversaba sobre el gusto que experimentó por jugar al futbol siendo joven y que llegó a visualizarse como jugador profesional, pero también nos contó que se apresuró a investigar si por ahí tendría futuro. Dadas las condiciones de ese momento y su necesidad de trabajar para generarse ingresos, necesidad que venía experimentando desde parte de su infancia, él entendió que no sería lo suyo ser jugador profesional. Decidió entonces que su juego lo llevaría de otra manera, casado con Silvia, el trabajo, la familia, y en efecto, ese fue siempre su objetivo de juego en su vida.
Con Silvia llevó un juego que duró 61 años de vida juntos y que enfrentó serias dificultades. Don José Manuel, un jugador que llegó a los 81 años cumplidos, nos deja varios recuerdos que, como él decía, nos hacen crecer el corazón. También hoy, al celebrar su partida y al decirle adiós, reconocemos el trabajo que José Manuel y Silvia lograron, porque él decía que había tenido logros porque trabajaban en equipo.
El trabajo de equipo se extendió hasta sus últimos años cuando sus fuerzas poco a poco se vieron disminuidas y fue Silvia quien lo sostuvo en su última etapa. José Manuel fue siempre agradecido y trató siempre de no molestarla. Aún que en realidad con la edad se volvió necio, travieso, latoso, no dejaron de brotarle chispas de simpatía y cariño para toda persona que le visitara. De sus últimas travesuras podemos recordar el fuerte apretón de manos con el que te sorprendía si le saludabas.
José Manuel por todo esto fue un gran hombre que, hasta sus últimos días, nos brindó muestras de fuerza de voluntad y de lo que puede ser un juego bien jugado al lado de su esposa, sus hijos y seres queridos que en vida tuvimos la dicha de conocerle. Le decimos gracias por sus enseñanzas y a ustedes quienes nos acompañan en su partida, decimos que el dolor que ahora sentimos es también alimento a nuestros corazones, porque ahora tenemos un vigilante que desde el cielo nos acompaña y nos puede recordar que es importante conocer tus defectos y cualidades para transformarte en persona de bien. Hoy tenemos en el cielo a alguien muy dinámico y especial, porque en esta vida así lo fue: alguien grande y muy especial.
Descanse en paz, José Manuel Sánchez Zepeda, hombre ambicioso y visionario de cosas sencillas y grandes a la vez, quien en sus últimos días pidió le cantaran ‘El alfarero’ y con ello nos brinda una última enseñanza que bien puede ser interpretada como un recordatorio: que el ser humano de Fe siempre puede transformarse en alguien de bien.
“Señor, yo quiero abandonarme
como el barro en las manos del alfarero,
toma mi vida y hazla de nuevo,
yo quiero ser, yo quiero ser
un vaso nuevo”
Con Cariño hoy y siempre te recordamos y enviamos abrazos hasta el cielo.