
29/07/2025
12 de julio, Paolo subió solo al Iztaccíhuatl.
🖤 EMPECEMOS A MIRAR
Llevaba 14 años cargando algo más pesado que una mochila.
Una vida rota. Una casa sin calor.
Y un mundo que jamás le tendió la mano.
Ese día no fue una aventura. Fue un escape.
Paolo no buscaba conquistar una cumbre.
Buscaba huir.
Del hambre.
Del grito.
Del golpe.
De una madre que —según muchos testimonios— lo maltrataba, lo corría, lo dejaba días sin comer.
Y de un sistema que, conociendo su caso, nunca intervino.
Subió sin ropa térmica.
Sin guía.
Sin dinero.
Lo único que llevaba eran un par de barritas energéticas y un celular.
Durante cinco días nadie lo buscó.
Nadie preguntó dónde estaba.
Nadie encendió una alarma.
Cinco días en los que durmió entre rocas congeladas.
Cinco días en los que el frío lo fue apagando poco a poco.
Cinco días en los que su ausencia no pareció dolerle a nadie.
Cuando lo encontraron, el 19 de julio, su cuerpo estaba tendido sobre la piedra, a casi 4 800 metros de altura.
Junto a él, lo poco que tenía: esas barritas.
Y su celular.
Y en él, sus últimos videos.
Videos que envió a sus amigos.
No con la esperanza de que lo rescataran.
Sino con el simple, desgarrador deseo de no morir del todo solo.
En uno de esos videos dice:
> “No traigo sleeping bag… me voy a congelar”.
Y lo dice con una mezcla de resignación y cansancio.
Como si no fuera la primera vez que el mundo le daba la espalda.
Muchos dirán que fue imprudente.
Que no debía estar ahí.
Pero Paolo no fue un excursionista.
Fue un niño buscando amor en una montaña.
Murió buscando el calor que nunca encontró en casa.
Murió de frío, sí.
Pero también de abandono, de maltrato, de indiferencia social.
De una tristeza que nadie quiso mirar.
Paolo ya está en paz.
Ya no tiene que correr de su madre.
Ya no tiene que fingir que todo está bien.
Ya no tiene que pedir perdón por existir.
( Tomado de la Red )