18/08/2025
Bach de modo constante, cuando habla de las flores, usa imágenes vinculadas con el camino. Y, esta imagen es, en las tradiciones espirituales y en los mitos, una metáfora del viaje de la persona por la Sombra. En este viaje aparecen un conjunto de símbolos como la “llave”. La llave es un símbolo de las puertas que hay que abrir y atravesar en ese viaje. Dicho sea de paso, para ingresar al campo de información de este símbolo resulta adecuado comprar una llave antigua y colocarla, de modo ritual, en un lugar visible y cotidiano, donde cada día se la vea. Así, la llave, fungirá como una clave de resonancia, no solo emergerá como un instrumento que abre y cierra, sino que como una cifra, como la figura que encierra el secreto de poder resolver algo. Junto a la llave, otro símbolo o emblema del viaje por la sombra es el látigo, sobre el cual comenzamos a hablamos ayer. El látigo recuerda la manera que tenemos los seres humanos de castigarnos a nosotros mismos, nuestra gran capacidad en el arte de amargarnos la vida. La presencia del látigo como símbolo no es para recordar el maltrato de los otros sino el propio, aquel que cada persona se da a sí misma y, por el cual, se priva de la capacidad de disfrutar el placer y se avoca a sufrir. En suma, cómo se hiere y lastima. Y, cada quien, desarrolla ciertos patrones para dañarse, con un estilo singular que delata la naturaleza del saboteador interno que aloja en los más profundo de sus entrañas afectivas. De manera que, en el viaje por la sombra, no solo hay que explorar los modos de que se dispone para abrir la puerta que conduce hacia ella, sino, también, los rasgos del saboteador interno que se refugia en los dobleces de la sombra y que, desde allí, ataca y tortura, (bien gráfico en Agrimony) impide los procesos de cambio, mantiene cerrada las puertas de las cárceles emocionales que hacen padecer y ata a relaciones tóxicas. Y, cuando la conciencia logra conectar con las rejas, aquello que se practica de modo habitual para no ser feliz, y cuando se visualiza el rostro del saboteador, el adversario interno, la batida por la sombra permite dejar atrás esquemas que alejan a la consciencia de la luz, el disfrute y el amor. Es que, quien sufre, no se ama y, cuando uno no se ama, es incapaz de amar al otro de manera plena. En ese contexto Scleranthus nos brinda la posibilidad de integrar la doble condición del amor a uno mismo y el amor al otro.
Artículo por Eduardo H. Eduardo Horacio Grecco
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