03/07/2025
Hoy, en medio de una consulta, me empezó una comezón intensa en la nariz. Instintivamente, empecé a rascarme. Pero en lugar de aliviarse… la comezón seguía ahí.
Sin darme cuenta, entre una sesión y otra, pasé casi una hora rascándome. Hasta que hice una pausa y pensé: "Esto no se está yendo... y me estoy frustrando más."
Mis intentos de quitarme la incomodidad solo la hacían más presente. Así que decidí hacer lo opuesto: dejarla estar.
Le compartí esto a la persona que estaba atendiendo, como una oportunidad real —aunque pequeña— de practicar tolerancia al malestar.
Porque hay momentos así en la vida. Cuando lo que sentimos no es peligroso, solo incómodo. Como los nervios al conocer a alguien nuevo, o el miedo intenso pero remoto a un accidente aéreo.
Aprender a estar con la incomodidad y actuar de todos modos es un camino de libertad.
No siempre para que el malestar se vaya —aunque a veces lo hace—, sino para que no nos detenga.
🛑 Ahora bien… en situaciones de intensa emocionalidad, como el estrés postraumático o ciertas crisis emocionales, claro que buscamos reducir la reactividad. Pero incluso ahí, no se trata solo de "dormir" la emoción, sino de atravesarla con apoyo y presencia, para que el cuerpo aprenda que puede sostenerla sin romperse.
Sí, se siente bien cuando disminuye. Pero la verdadera meta no es esa.
La meta es aprender a vivir con ello.