
27/06/2025
A diferencia de Freud, que apostó por el placer, o Adler, que defendía la lucha por el poder como motores de la vida, Frankl proclamó que el ser humano se mueve por la necesidad de encontrar un propósito. "La voluntad de sentido", la llamó. Esta búsqueda no es un lujo reservado a tiempos felices, sino una necesidad que se agudiza precisamente cuando la vida se vuelve insoportable. En sus propias palabras, “el sentido es algo que debemos descubrir a lo largo de nuestras vidas, eligiendo cómo responder a las circunstancias que enfrentamos”. Frankl desarrolló su filosofía no desde la comodidad de un despacho, sino entre la muerte, el hambre y la humillación de los campos de concentración n***s. Allí observó cómo quienes lograban dar sentido a su sufrimiento sobrevivían con mayor entereza que quienes lo vivían como absurdo. De esta experiencia extrajo tres vías esenciales para encontrar sentido en la vida: la primera, a través del trabajo y la creación. No importa si se trata de pintar, escribir, enseñar o construir. Lo importante es comprometerse con algo más allá de uno mismo. Según Frankl, “al concentrarse en algo externo a uno mismo, la persona se conecta con un propósito más grande”.