29/09/2025
No actives la enfermedad ✍️
Antes de que un síntoma aparezca en el cuerpo, suele gestarse una tormenta invisible en la mente. Vivir en un clima de drama constante, donde cada día es una pelea, un enojo o una preocupación, es como dejar una vela encendida en un cuarto cerrado, tarde o temprano el aire se enrarece. El cuerpo registra cada sobresalto. LA BIOLOGÍA NO DISTINGUE ENTRE UNA AMENAZA REAL Y UNA EMOCIONAL. Esa descarga repentina de miedo, tristeza o furia se llama SHOCK BIOLÓGICO, un impacto que interrumpe el equilibrio interno y activa respuestas químicas pensadas para emergencias, no para rutinas.
Cuando ese shock se vuelve repetido, una discusión diaria, un trabajo que ahoga, un hogar que grita, el sistema nervioso vive en alerta. Las glándulas liberan cortisol, la inflamación se vuelve hábito, y órganos enteros se preparan para una guerra que nunca termina. Así nacen muchas dolencias, no porque el cuerpo “traicione”, sino porque obedece a una orden silenciosa que el ambiente envía. La enfermedad no aparece de la nada; se cocina en la olla de los conflictos no resueltos, del resentimiento que se mastica en silencio, del miedo que se guarda bajo la almohada.
Romper este círculo no es cuestión de negar los problemas, sino de cortar el guion dramático. Hablar antes de explotar. Respirar antes de reaccionar. Buscar espacios de silencio, oración o contemplación que permitan al sistema nervioso volver a su punto de reposo.
La Biblia recuerda que “el corazón alegre constituye buen remedio; mas el espíritu triste seca los huesos” (Proverbios 17:22). Cuidar el clima emocional no es un lujo, es higiene vital. Cada decisión que reduce el ruido, un perdón dado, una charla sincera, un momento de gratitud, es una orden clara al cuerpo, no actives la enfermedad, el peligro ya pasó.
Creditos al autor