13/10/2025
CÓMO LA DESHIDRATACIÓN AFECTA EL RENDIMIENTO DEL CEREBRO
El cerebro humano está compuesto en más de un 70% por agua, un componente esencial para mantener su estructura, sus funciones eléctricas y su comunicación neuronal. Cuando el cuerpo pierde más líquido del que recibe, se produce la deshidratación, un estado que afecta directamente la capacidad cerebral para concentrarse, reaccionar y procesar información. Incluso una pérdida de tan solo 1% o 2% del agua corporal total puede alterar el rendimiento mental y provocar fatiga, somnolencia o dificultad para pensar con claridad.
El agua participa en múltiples procesos dentro del sistema nervioso. Facilita la transmisión de impulsos eléctricos entre las neuronas, mantiene el equilibrio de electrolitos como sodio y potasio, y asegura un flujo sanguíneo adecuado hacia el cerebro. Cuando el cuerpo se deshidrata, el volumen sanguíneo disminuye, lo que reduce la cantidad de oxígeno y glucosa que llega a las células cerebrales. Esto afecta directamente la atención, la memoria a corto plazo y la velocidad de pensamiento, generando confusión, irritabilidad e incluso dolor de cabeza. Estudios de la Universidad de Connecticut han demostrado que una leve deshidratación puede reducir hasta en un 25% la capacidad de concentración en adultos jóvenes.
Además, la deshidratación interfiere con la regulación térmica del cerebro, aumentando la sensación de agotamiento y dificultando la toma de decisiones bajo estrés. En casos más severos, puede alterar el equilibrio químico neuronal y desencadenar síntomas como mareos, visión borrosa o desorientación. En personas mayores, el riesgo es aún mayor, ya que con la edad disminuye la percepción de sed y la capacidad de conservar líquidos. Por eso, muchos cuadros de confusión o caídas en adultos mayores están relacionados con una deshidratación inadvertida.
Mantener el cerebro en óptimas condiciones requiere una hidratación constante. No se trata solo de beber agua cuando hay sed, sino de hacerlo de forma regular a lo largo del día, especialmente en climas calurosos o durante el ejercicio. También contribuyen frutas y verduras con alto contenido de agua, como el pepino, la sandía o la naranja. La cafeína y el alcohol, por el contrario, pueden aumentar la pérdida de líquidos y deben consumirse con moderación.
En conclusión, la deshidratación es uno de los enemigos más sutiles del cerebro. Afecta la concentración, la memoria y el estado de ánimo sin que siempre lo notemos.
Beber agua no solo hidrata el cuerpo, sino también la mente.
Porque un cerebro bien hidratado piensa mejor, reacciona más rápido y vive más claro.