
22/07/2025
Hace una semana asistí a la marcha por justicia ante la violencia que está viviendo nuestro Estado. En esa marcha comprendí varias cosas:
1. Si matan a una mujer, nos matan a todas.
2. Juntas somos más fuertes.
3. El crimen organizado nos está gobernando.
4. Fui sola, pero me sentí más acompañada que nunca al ver desde una diputada marchando con nosotros, hasta , aun con su agenda saturada. Si ellas pudieron tomarse un domingo para unirse a una sola voz, cualquiera puede detener sus “agendas”. Entonces, comprendí que este dolor lo estamos sobrellevando todas desde distintos sectores porque tenemos ese derecho. Sin juzgar a quien aún no se une a estas protestas, anhelamos que cada vez seamos más.
El viernes pasado, como secretaria de Ayuntamiento Juvenil, consideré acudir a un evento “burocrático”, donde se presentó otro programa MÁS que promete brindarnos más mecanismos que buscan la paz, pero ¿de qué sirve otro programa más cuando 6 municipios de Sonora tienen activa la Alerta de Violencia de Género? ¿De qué sirve cuando la Secretaría de la Mujer no puede dar respuesta digna a las miles de carpetas de investigación por violencia? Quise asistir, pero ante un riesgo evidente, mi familia no estuvo de acuerdo. Lo entendí. En este país salir a exigir justicia es también un riesgo.
A seis meses de estar en el ayuntamiento juvenil, puedo expresarles que estoy agradecida porque se me brindó la oportunidad de representar a la juventud de Hermosillo en calidad de Secretaria de ayuntamiento, pero también estoy harta de los juegos, de simulaciones, de que nuestros impuestos se vayan a programas que no le dan cumplimiento a NADA de lo que buscamos.
Quiero mostrarles quién soy: Soy primeramente ciudadana, apartidista, psicóloga y próxima abogada. No me considero “luchadora social” o “activista”, a pesar de llevar más de 10 años en diversas causas sociales. Soy CIUDADANA, y esa palabra ya conlleva todo lo anteriormente mencionado. ¿Qué no nos queda claro de la palabra “ciudadano”? ¿Será que perdimos nuestro civismo? Ahora tengo que ser “activista” para que volteen a ver mis necesidades y que estas son las necesidades de mi comunidad, porque eso somos, una CIUDAD, una comunidad.
El día de la marcha coincidió con la reunión mensual tras el fallecimiento de mi papá, pero fue importante para mí tomarme un tiempo para asistir a la protesta, anhelando que si un día la violencia me rebasa, TÚ marches por mí y por las siguientes, porque al día 9 mujeres sin asesinadas en este País.
Les comparto lo que escribí para ese día:
Apelo hoy a la justicia más antigua que existe. Aquella que no fue escrita en papel ni proclamada por toga alguna, sino dictada por el cielo mismo.
Apelo a la ley suprema y divina,
a la justicia de Dios, que mira lo que el poder finge no ver, y que escucha el llanto que los gobiernos callan.
Hoy estoy aquí gracias al esfuerzo incansable de cada una de ustedes, colectivos, hermanas, voces, cuerpos que no se quebraron ante el miedo. Gracias por marchar, por convocar, por organizar lo que el Estado no pudo: una respuesta, un abrazo colectivo, un grito que traspasa el asfalto.
Gracias por confiarme el privilegio inmenso y la responsabilidad sagrada de tener este micrófono.
Sé el peso que tiene la palabra.
Y hoy, hablar no es un acto de valentía.
Es un acto de amor por la vida que nos han arrebatado.
Hablo desde la herida,
desde el dolor que ya no cabe en una sola garganta. Hoy, Hermosillo es eco de cuatro nombres:
Meredith, Medelin, Karla… y su madre.
Cuatro luces que fueron apagadas antes de tiempo.
Cuatro vidas que debieron seguir creciendo, soñando, jugando, amando. Cuatro historias que ahora duelen no solo en sus familias, sino en cada una de nosotras, porque lo que les pasó nos atraviesa como pueblo, como mujeres, como humanidad.
Hoy sus nombres no son parte de una estadística. Son parte de nuestra memoria,
de nuestro reclamo,
de nuestra promesa de no callar.
Y mientras lloramos por la impunidad de nuestras hermanas, escuchamos los discursos huecos del poder. Pronunciamientos fríos, copiados y pegados, con frases de luto automatizadas.
Una coreografía de cinismo que repiten cada vez que matan a otra de nosotras.
Y sí, lo decimos con claridad:
las manos del Gobernador, del Presidente Municipal, la Presidenta de esta Nación y todo el equipo de gobierno que trabaja en cada una de sus instituciones,
también están teñidas de esta sangre porque llevan años diciéndonos que luchan contra el crimen organizado, y sin embargo, cada mes los feminicidios suben, los cuerpos aparecen, las infancias son silenciadas.
¿Dónde está el resultado de su lucha?
¿Dónde están los frutos de sus estrategias? No vemos más que simulación,
más que guerra anunciada en ruedas de prensa
y pactos de silencio disfrazados de gobernabilidad. Nosotras sí vemos los rostros de las víctimas,
pero ellos solo ven encuestas, números, cifras que maquillan.
Estamos gobernadas por una estructura que finge pelear contra el monstruo, cuando en realidad le cede espacio, poder y control.
Y mientras el narco avanza, ellas mueren.
Y nosotros lloramos.
Y ellos… vuelven a repetir el mismo discurso reciclado.
Aquí estamos, preguntándonos:
¿en qué momento dejamos que el narcotráfico nos gobernara?
¿En qué instante el Estado firmó su rendición y le entregó las llaves de esta tierra a los cárteles?
Hoy no nos gobierna el poder legislativo. No nos protege el ejecutivo.
Y no nos defiende el judicial.
Hoy gobierna el crimen.
Y gobierna con libertad, con territorio y con sangre.
Le abrieron la puerta a la muerte cuando dijeron “abrazos, no balazos”.
Con esa frase no dieron paz. Dieron permiso.
Le pusieron alas al horror y le dieron libertad para instalarse en cada rincón. Para entrar a nuestras casas, a nuestras escuelas, a nuestras hijas.
Este no es un caso aislado. Es una consecuencia.
Una consecuencia directa del abandono. Del pacto de impunidad.
De la complicidad disfrazada de estrategia.
Y de una cobardía política que está costando vidas todos los días.
Este país ha confundido la paz con la omisión. La compasión con la negligencia.
Y la justicia con la simulación. Pero nosotras no confundimos. Nosotras sí vemos.
Y por eso nombramos. Y por eso marchamos.
Porque si el gobierno no va a defendernos, entonces que tiemble ante nosotras.
Que tiemble ante nuestra verdad, porque no hay consuelo sin justicia, y no hay justicia sin memoria.
Hoy decimos que esta tierra no será fosa común, que nuestras niñas no serán una estadística más,
y que sus nombres serán semilla, serán bandera, serán fuego.
No venimos a pedir favores. Venimos a exigir un cambio real.
No queremos más condolencias oficiales. Queremos justicia estructural.
Queremos un gobierno con dignidad, con presencia, con valor. Queremos un país donde ser niña no sea una sentencia de muerte.
Meredith, Medelin, Karla…
las abrazamos hoy con nuestros pasos.
Que cada pisada sobre esta tierra ardida sea una promesa: la promesa de no rendirnos,
la promesa de que sus nombres no se borrarán,
la promesa de que su historia será contada, una y otra vez, hasta que ninguna más tenga que morir así.
Que la justicia divina se haga presente.
Y que la justicia humana, si aún le queda un respiro de conciencia, actúe.
Porque estamos hartas de guardar minutos de silencio
cuando lo que urge es una vida entera de acciones contundentes.
Gracias por estar aquí.
Gracias por no soltar la mano de la lucha. Gracias por hacer de este dolor una voz.
Y si alguien me escucha allá arriba, en el poder, solo quiero que sepa esto:
no han matado nuestra esperanza. Han despertado nuestra furia.
Y no vamos a detenernos.