04/04/2025
En la espiritualidad moderna, hay un "mantra" que dice: "todos somos maestros". Si tomamos esta frase con seriedad y, sobre todo, con una alta dosis de responsabilidad, puede apuntar a una verdad profunda. Sin embargo, si se usa de manera descuidada o irresponsable, ya sea al tomarla a la ligera o al compartirla de forma vaga, puede resultar dañina.
En la práctica, no todos somos maestros. Una perspectiva más útil sería reconocer que, efectivamente, podemos aprender de cada encuentro con otras personas o situaciones. Sin embargo, esto no convierte automáticamente a "el otro" en un maestro.
Llamar "maestro" a cualquier persona puede ponernos a nosotros mismos o a los demás en una posición vulnerable frente a aquellos que, debido a su estado de conciencia, actúan de manera perjudicial, ya sea de forma intencional o no. Paradójicamente, algunas personas tienen una genuina intención de ayudar, pero su falta de conocimiento o ingenuidad en los campos en los que intentan intervenir puede hacer que sus prácticas causen más daño que alivio, tanto para ellos como para los demás.
De hecho, la ligereza con la que se otorgan títulos de "maestro" a quien sea a veces oculta una forma sutil de soberbia. Esto puede reflejar una falta de humildad para reconocer que el verdadero "maestro" es quien ha elegido superarse a sí mismo, rompiedo con la tendencia a actuar de manera viciosa o carente de virtud, y que, como resultado, obtiene mejores resultados que la mayoría de sus semejantes. En ocasiones, llamar "maestro" a cualquiera puede darnos la falsa sensación de que nosotros mismos también somos maestros, sin necesidad de cultivar las virtudes necesarias para serlo. Este "juego mental" se desmorona tan pronto como la vida nos presenta una adversidad real, especialmente en situaciones dolorosas y urgentes que requieren de personas que realmente sepan cómo aliviar el dolor o resolver el problema.
En la práctica, necesitamos maestros que, con hechos y resultados concretos, nos enseñen a obtener buenos resultados. Se requiere un maestro bombero para enseñarnos a combatir incendios, un maestro cirujano para detener una hemorragia, una maestra de música para canalizar una emoción desbordante, un curandero para controlar una fiebre alta con plantas, un maestro albañil para construir un techo sobre nuestras cabezas, una partera para recibir un nuevo ser en esta vida, o un maestro conocedor de la mente (como un psicólogo) para ayudarnos a ordenar nuestros pensamientos. En todos estos casos, lo que necesitamos es aprender de aquellos que, mediante sus logros y hechos, demuestran saber lo que enseñan. El conocimiento debe ser transmitido por aquellos que han demostrado su maestría, para que nosotros podamos aprender de su experiencia y reducir los costos de la experiencia propia.
La experiencia personal es el mejor de los maestros, pero también la más costosa, a veces incluso tan costosa como la vida misma. Es preferible aprender todo lo posible de la experiencia ajena y, sobre todo, si tenemos la suerte de contar con la guía de un verdadero maestro. Solo debemos aprender por cuenta propia lo que sea realmente necesario e inevitable. En la mayoría de los casos, es posible aprender sin sufrir, observando a los demás y siguiendo el consejo de quienes ya han recorrido el camino. Otras veces, sin embargo, tendremos que pagar el precio del sufrimiento para aprender lecciones importantes. Sería sensato aprender la lección la primera vez, para no tener que repetirla.
Es fundamental aprender a aprender de manera eficiente. Un buen maestro, además de enseñarnos su maestría, puede ayudarnos a optimizar nuestros recursos vitales, para que los utilicemos en nuestra misión de vida y no los desperdiciemos en aprendizajes costosos que, con humildad y diligencia, podrían haberse evitado. Un maestro nos indica dónde nos hemos equivocado y dónde podemos errar, lo cual es un valioso regalo.
Cuando sufrimos daño a manos de un mal llamado "maestro", es fácil caer en la tentación de decir con ligereza: "así tenía que ser". Esta frase, en el sentido estricto, puede tener validez en algunos casos. No es útil rechazar lo que ya ha sucedido, y aceptar lo que es, tal como es, es una forma de aceptación del presente. Al hacerlo, podemos reflexionar sobre los actos que nos pusieron en esa situación. Sin embargo, en la mayoría de los casos, esta frase se utiliza como una maniobra evasiva para eludir nuestra responsabilidad, ya sea por habernos dejado hacer daño, permitir que otros lo hicieran o incluso justificar el daño que hemos causado nosotros mismos.
Cuando usamos el "mantra" de "así tenía que ser" para esconder nuestra pereza, nuestra falta de compromiso con nuestro desarrollo personal o nuestra evasión de responsabilidad, nos preparamos para que lo que ya nos ha dañado vuelva a suceder.
Si estamos cansados de enfrentar las mismas situaciones adversas una y otra vez, sin encontrar la forma de superarlas, nos conviene reconocer la figura de un maestro. Aprender de quienes, con sus acciones, resultados y paz, han logrado superar los obstáculos que nosotros aún no hemos superado, es una opción inteligente. También es valioso reconocer que somos aprendices y que debemos estar dispuestos a recibir el conocimiento que la vida ha puesto a nuestro alcance a través de nuestros "hermanos mayores", si somos lo suficientemente humildes para ver en ellos su maestría y el valor de los frutos que han cosechado.
¿Somos aprendices o somos necios?
Somos Aprendices o Necios? Los Dos Regalos Del Maestrohttp://www.ayahuascamexico.comWhatsapp: 3325480827Facebook: Ayahuasca en México