
11/09/2025
🗣️En el discurso contemporáneo sobre salud mental y prevención del suicidio, la palabra resiliencia aparece con frecuencia. 🧐Se nos dice que debemos ser fuertes, adaptarnos, resistir, aprender de la adversidad. Y aunque la resiliencia puede ser un recurso valioso, es injusto y peligroso convertirla en un mandato individual cuando el entorno es estructuralmente adverso.
❓¿Cómo pedirle resiliencia a una persona que vive en la pobreza extrema?
❓¿Cómo exigir fuerza emocional a una adolescente trans expulsada de su casa?
❓¿Cómo hablar de “actitud positiva” a quien sufre violencia sistemática, discriminación o abandono institucional?
💥 La resiliencia no es un superpoder individual. No puede exigirse como si fuera un deber moral.
Y mucho menos, puede utilizarse para ocultar las responsabilidades sociales, políticas e institucionales que hacen que la vida, para muchas personas, sea una lucha constante por sobrevivir.
❇️En el contexto de la prevención del suicidio, esto es crucial.
⚠️Cuando la prevención se enfoca solo en “fortalecer” al individuo —enseñarle a pedir ayuda, a autorregularse, a resistir el malestar— sin transformar las condiciones estructurales que lo oprimen, se corre el riesgo de revictimizar: como si el problema fuera “no ser lo suficientemente fuerte”, cuando en realidad el problema está en el entorno que agrieta, descuida y aísla.
✨ Por eso, debemos repolitizar la idea de resiliencia.
No como resistencia solitaria, sino como vínculo, comunidad, reparación colectiva.♻️
🔅La resiliencia se teje:
❕ en redes de apoyo que escuchan sin juicio,
❕en políticas públicas que sostienen la vida digna,
❕en entornos que protegen en lugar de castigar,
❕en escuelas que acogen y no expulsan,
❕en barrios donde el dolor se nombra y no se esconde.
🫂 La prevención del suicidio no puede limitarse a pedirle a la gente que aguante. Tiene que garantizar condiciones para que nadie tenga que resistir en soledad.
🟡Porque la vida no se salva con fuerza individual,
se salva con vínculos, con presencia, con justicia.