29/05/2025
“Sorpresa”
Britana tenía 17 años cuando su mundo cambió. Una noche, un descuido, una decisión impulsiva, y semanas después comenzó a sospechar. Pruebas hechas en secreto. Positivo.
No dijo nada. Calló por miedo, por vergüenza, por no saber cómo enfrentarlo. Usaba ropa ancha, evitaba miradas, fingía malestares. Su madre, doña Leticia, apenas notaba cambios: "Es la edad", decía. "Mucho celular, poco dormir."
Pasaron los meses. Britana aprendió a ocultar su vientre con maestría, y aunque su cuerpo hablaba, su voz nunca confesó. Una tarde, en pleno agosto, Britana se dobló de dolor. Sudaba, lloraba, temblaba. Doña Leticia, asustada, la subió al coche y volaron al hospital más cercano. —¡Mi hija se siente mal! —gritó al llegar—. ¡Algo le pasa! La atendieron de inmediato. Minutos después, el médico salió con una expresión seria y sorprendida. —Señora… su hija está en trabajo de parto. Va a dar a luz. El mundo se detuvo. —¿Cómo dice? —Va a tener un bebé.
Ya casi nace. Doña Leticia miró al doctor, luego a su hija adolorida en la camilla. Su mente no entendía, su corazón no sabía si dolerse o enojarse. Cuando nació el bebé y lo escuchó llorar, no pudo más que mirar al techo y murmurar:
¿Y yo pa' qué la traje al hospital?
En nuestra práctica, hemos visto historias como la de Britana más veces de las que quisiéramos. Historias donde el embarazo adolescente llega como una sorpresa no solo para la joven, sino también para su familia.
Y sí, solemos buscar culpables. Al novio, a la escuela, a las redes sociales…
Pero pocas veces volteamos a ver a donde también hay responsabilidad: en casa.
No se trata de señalar con el dedo ni de juzgar a los padres. Cada caso es distinto, cada familia tiene sus propias circunstancias.
Sin embargo, no podemos negar que existe un grado de responsabilidad.
¿En qué momento dejamos de ver? ¿En qué momento el miedo, la vergüenza o la desinformación le ganaron al diálogo y a la confianza?
No hay fórmula mágica para prevenir estas situaciones, pero sí hay una clave que se repite una y otra vez: la comunicación abierta, temprana y sin prejuicios entre padres e hijos.
Las jóvenes deben saber que
El amor no debe doler ni presionar.
Si alguien te hace sentir obligada a hacer algo que no quieres, eso no es amor.
Tu cuerpo, tus emociones y tus decisiones merecen respeto.
Respétate. Cuídate. Y no tengas miedo de pedir ayuda.
Además, recuerda que tienes derechos:
✅ Derecho a recibir educación sexual.
✅ Derecho a acceder a métodos anticonceptivos.
✅ Derecho a tomar decisiones informadas sobre tu cuerpo y tu vida.
LO QUE MÁS DUELE NO ES EL HECHO… SINO EL SILENCIO QUE LO RODEA
Tu bienestar vale más que cualquier silencio.
Los nombres son ficticios