12/07/2025
Volver a sonreír...
(Por Fernando D'Sandi)
Volver a sonreír después de una pérdida es como intentar bailar con los pies rotos.
No sabes si estás moviéndote o solo cayéndote con elegancia.
Y sin embargo, lo intentas…
porque algo dentro de ti,
algo terco y valiente,
no quiere morir junto con lo que perdiste.
Volver a sonreír no es traición, aunque al principio se sienta
como una falta de respeto, es más bien una forma silenciosa
de resistir.
Un grito callado.
Un pacto con la vida
que susurras entre lágrimas:
“Todavía estoy aquí y merezco volver a vivir, aunque sea sin todo lo que amaba.”
La primera sonrisa tras el duelo es rara, incómoda…
como un abrigo que no te pertenece, pero luego….luego viene otra.
Pequeña, frágil, como esas flores que crecen en las grietas del concreto y entiendes que no es olvido.
Es homenaje, es el alma diciendo: “No te he dejado atrás, te llevo conmigo”.
Volver a sonreír es aceptar que hay días que siguen siendo jodidos, pero que tú ya no te quiebras igual.
Es descubrir que puedes reírte otra vez…
aunque el eco de esa risa esté hecho de nostalgia.
Nadie te enseña cómo.
Nadie te explica el proceso, sólo un día cualquiera, entre el café tibio y la rutina, algo te hace gracia y ríes...
Y luego lloras y luego… te quedas callada, abrazando ese instante como quien se reencuentra con una parte suya que creía enterrada.
Volver a sonreír no es volver a ser la misma.
Es nacer con cicatrices nuevas, es habitar una versión de tí donde hay más memoria que prisa,
más amor que miedo,
más ganas de abrazar que de correr.
Sonreír otra vez es una forma de decir:
“No se me ha pasado el dolor… pero he decidido no quedarme atrapada en él”.
Porque tú también mereces una vida que te acaricie de nuevo.
Una canción que te saque un suspiro, una noche donde el silencio no te asuste, una mañana donde tu reflejo no te duela.
Volver a sonreír, aunque te tiemble el alma.
Aunque el recuerdo siga apretando, aunque la ausencia siga ocupando espacio en
tu cama.
Porque al final… el amor que recibiste, el que diste, no vino a dejarte rota, sino valiente.
Y esa sonrisa que asoma entre tanto duelo, no es una sonrisa cualquiera: es una cicatriz que aprendió a iluminarse, es tu alma volviendo a respirar.
Créditos: Fernando D'Sandi