28/05/2021
Texto para recordar siempre 👇.
Gritar, el mal humor, la ira, solo es una expresión en respuesta de que algo no esta bien en ti. Algo guardado te está haciendo daño a ti y también a tus hijos pues ellos pagan las consecuencias. Si tú estás bien, contenta(o), en paz contigo misma(o), con días buenos o malos pero con una constante de bienestar interno, entonces también estarás bien con tus hijos y tu entorno se beneficia de ello. Perder los estribos, gritar, enfadarse, es inevitable en determinados momentos y ocasiones. Somos humanos y criar es difícil en el ambiente que vivimos hoy en día, no da tregua, es estar siempre en la entrega a pesar de cómo nos sintamos nosotros. Da igual estemos cansados, o enfermos, o con muchísimo sueño, hemos de estar ahí para ellos, sin apenas momentos para nosotros, para la pareja, para la vida social, hemos de estar ahí para ellos. Y es agotador, a veces hasta pesado y odiado. Retener estos sentimientos, y no aceptarlos es dañino y se volverá en contra de nosotros mismos en cualquier momento. Hay que buscar maneras de abrir la válvula y darle escape: gritar al aire, al espejo, compartirlo honestamente con alguien, respirar, relajarnos. Así nos ocupamos de nuestros temas, de nuestra carga de estres y no hacemos pagar a nadie por ella.
Por otro lado, también es importante saber que tus hijos necesitan de tu presencia y tiempo, (pero no las 24 horas del día, es cuestión de buena calidad). Por lo que cuando estés con ellos después su jornada escolar (y posiblemente la tuya laboral), no te compliques al hacer mil cosas de la casa. Baja las expectativas, las obligaciones, la exigencia de organizar, los baños, la cena, pues eso aún te alterará más. Siéntate con ellos, juega un ratito. Si son mayorcitos pide colaboración para hacer la cena, o para guardar la compra. Ellos te necesitan pero, tú también los necesitas para que te abran el corazón. Cuando estamos criando no podemos atenderlo todo, llevar la misma vida sin hijos que con hijos. Hemos de poner el acento, la mirada principal en ellos, pero también en nosotros mismos. Lo demás seguro es secundario y prescindible.