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17/06/2025
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El precio del silencio
04/06/2025

El precio del silencio

Criar de forma dividida, donde cada padre actúa por su cuenta sin una base común, genera confusión en los niños/as. Cuan...
03/06/2025

Criar de forma dividida, donde cada padre actúa por su cuenta sin una base común, genera confusión en los niños/as. Cuando uno dice “sí” y el otro dice “no”, el niño/a no solo se siente perdido, sino también inseguro. Esta falta de coherencia debilita la figura de autoridad, rompe la confianza y puede provocar problemas de conducta, ansiedad o dificultades para tomar decisiones.

Los niños/as necesitan sentir que sus padres están en la misma página, que hay una dirección clara y un entorno estable. No se trata de pensar igual en todo, sino de conversar, acordar y presentarse como un equipo sólido. La pareja no tiene que ser perfecta, pero sí coherente. La unión entre los padres brinda seguridad emocional, estructura y un modelo de respeto y colaboración.

👫 Cuando mamá y papá se apoyan mutuamente en la crianza, el mensaje para el niño/a es claro: “Estamos aquí para ti, juntos”.
Y eso, más que reglas, es lo que más educa.

A veces el otro no necesita consejo, ni solución, ni respuesta. Tampoco necesita huir de su dolor. Lo que realmente nece...
27/05/2025

A veces el otro no necesita consejo, ni solución, ni respuesta. Tampoco necesita huir de su dolor. Lo que realmente necesita es poder decir lo que siente, sin miedo. Porque ahí está la verdadera valentía: en hablar desde el corazón, en mostrar lo que duele, en atreverse a ser transparente.

Y del otro lado, basta con alguien que escuche de verdad. Que no intente corregir, ni cambiar, ni escapar. Solo alguien que se quede, que mire con amor, que comprenda sin juicio. Porque cuando alguien puede decir su verdad y ser escuchado, el alma empieza a sanar.

¡Gracias totales!
25/05/2025

¡Gracias totales!

20/05/2025

Hoy, en el Día del Psicólogo, no puedo dejar de pensar que nuestra tarea —la más simple y, a la vez, la más difícil— es acompañar a alguien sin robarle su dolor.

Acompañar no es consolar. No es calmar. Es más bien estar ahí, como un testigo que se niega a mirar hacia otro lado. Es tener el coraje de ver el sufrimiento del otro sin apagarlo con palabras bienintencionadas.

Porque cuando un paciente habla —cuando realmente se entrega al acto de hablar— está poniendo en nuestras manos su herida más íntima. ¿Y nosotros qué hacemos? ¿Interpretamos? ¿Intervenimos? No. Primero, simplemente escuchamos. Escuchamos con todo el cuerpo. Con el alma despierta. Con el corazón que tiembla, pero no se acobarda.

Acompañar es amar sin apropiarse del otro.

No hablo de un amor ingenuo. Hablo de un amor clínico. Un amor que respeta la alteridad. Que no salva, pero sostiene. Que no guía, pero acompaña. Que no invade, pero permanece.

En este oficio, hay algo hermoso y brutal a la vez: nos sentamos frente a otro ser humano sabiendo que no podremos aliviarlo del todo. Que su sufrimiento le pertenece. Pero también sabemos que en ese encuentro, si es verdadero, si es auténtico, algo se transforma. Algo se resignifica...Y eso, eso es un milagro cotidiano.

Por eso, hoy no celebro que seamos psicólogos. Celebro que todavía tengamos el deseo de estar ahí, a pesar del cansancio, del desencanto, del tiempo que corre en nuestra contra. Celebro que sigamos creyendo en el poder de una palabra dicha en el momento justo. En el poder de una escucha que no interrumpe. En el poder de un vínculo que cura sin prometerlo.

Porque sí: ser psicólogo es, al fin y al cabo, ofrecerse como un lugar donde otro pueda encontrarse.

Y eso es, quizás, lo más humano que se puede hacer.

Una mamá que llega de trabajar a las 9 p. m., encuentra la casa desordenada y grita. Su hija llora y se encierra. Pasan ...
19/05/2025

Una mamá que llega de trabajar a las 9 p. m., encuentra la casa desordenada y grita. Su hija llora y se encierra. Pasan años y ambas recuerdan ese día como un momento doloroso. Pero nadie habló de lo que había detrás: una mujer sin descanso, una niña necesitada de cariño. Dos heridas que solo pedían comprensión.

El padre puede no estar, puede haberse ido, puede incluso haber fallado… pero nunca deja de ocupar su lugar en el corazó...
14/05/2025

El padre puede no estar, puede haberse ido, puede incluso haber fallado… pero nunca deja de ocupar su lugar en el corazón de un hijo. Y mientras ese lugar no sea honrado, el alma del niño queda incompleta.

Desde muy pequeños, los niños y niñas necesitan a su padre. No solo para recibir protección, guía o normas, sino porque en él descubren una parte esencial de su identidad.

¿Qué representa el padre en la vida de un hijo?
Representa la fuerza para salir al mundo.
Representa la ley que protege, no que castiga.
Representa el impulso hacia la autonomía, la claridad en las decisiones, el sostén emocional que acompaña sin sofocar.

La niña que ha sentido la presencia sana de su padre aprende a confiar en los hombres. Aprende que puede ser amada sin tener que mendigar atención. Aprende que puede poner límites y al mismo tiempo abrir su corazón.
El niño, por su parte, necesita mirar a su padre y encontrar allí un modelo de fuerza, de responsabilidad, de presencia. A través de él, el niño aprende a separarse de mamá y reconocerse como un ser distinto, capaz de tomar decisiones, de asumir su camino.

¿Y qué pasa cuando el padre está ausente?

No se trata solo de una ausencia física. A veces, el padre está pero no está: no mira, no habla, no protege, no guía. Otras veces, simplemente no aparece.
Y entonces, en ese vacío, el niño o la niña crecen con una pregunta sin respuesta:
¿Dónde está mi padre? ¿Qué hice para que no se quede? ¿Cómo debo ser para merecer su presencia?

Ese dolor silencioso, muchas veces negado o reprimido, se convierte en patrones invisibles:

Mujeres que eligen hombres ausentes, emocional o físicamente, repitiendo inconscientemente la historia de abandono.
Hombres que nunca se atreven a crecer del todo, porque temen convertirse en el padre que su madre no amó.
Hijos que rechazan al padre por lealtad a la madre, pero que en el fondo se alejan también de una parte de sí mismos.
Cuando una madre habla mal del padre, sin querer, le hace daño al hijo.
No solo porque le siembra resentimiento, sino porque le roba la posibilidad de amar su origen completo.
Un hijo es 50% mamá y 50% papá.
Si se le niega uno de esos lados, se le niega la mitad de su ser.

El padre cumple una función emocional irremplazable
Su presencia ayuda a construir el sentido de seguridad interior.
Es quien “abre la puerta” al mundo.
Es quien le dice al hijo, con su mirada y su actitud:
“Tú puedes. Confío en ti. Estoy aquí.”

Cuando el padre falta, muchas veces se produce una fusión entre madre e hijo: una cercanía emocional excesiva, donde el hijo asume el rol de compañero, protector o incluso “pareja emocional” de mamá. Esta dinámica, aunque parezca amorosa, carga al niño con un peso que no le corresponde y distorsiona sus futuras relaciones.

Sanar la relación con el padre no es justificar lo que hizo o dejó de hacer.
Sanar es mirarlo como el hombre que te dio la vida.
Reconocer que sin él, no estarías aquí.
Y asumir que tú puedes ser más grande que su ausencia.

CÓMO SUPERAR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO.Superar la muerte de un ser querido es un desafío que nos toca el alma, sin imp...
09/05/2025

CÓMO SUPERAR LA MUERTE DE UN SER QUERIDO.

Superar la muerte de un ser querido es un desafío que nos toca el alma, sin importar la edad que tengamos. Pero la forma en que vivimos ese duelo sí puede cambiar con los años. Aquí te comparto una mirada integral para sobrellevar la pérdida, adaptada a cualquier etapa de la vida:

1. Aceptar el dolor como parte del amor:
El duelo es el precio del amor. Si te duele, es porque amaste profundamente.
Permítete sentir sin juzgarte: tristeza, rabia, miedo, incluso momentos de calma o alegría. Todo es parte del proceso.

2. A cualquier edad, el duelo necesita expresión:
Niños pueden necesitar juegos, dibujos o cuentos para procesar la pérdida.
Adolescentes pueden esconder su dolor bajo rebeldía o silencio. La paciencia y el espacio seguro son clave.
Adultos y mayores pueden sentirse responsables de “ser fuertes”. Pero el desahogo es necesario, sin importar la edad.

3. Aceptar que el duelo no es lineal:
Habrá días mejores y otros más difíciles, incluso mucho tiempo después. Eso no es retroceso, es parte del camino.

4. Buscar apoyo según lo que te haga bien:
Hablar con personas de confianza.
Unirte a un grupo de duelo o acompañamiento emocional.
Buscar ayuda profesional si sientes que no puedes con todo o que te estás quedando muy solo/a.

5. Honrar la vida de quien partió:
Recordar, agradecer, nombrar, celebrar su vida y lo que te dejó.
Escribir una carta, plantar algo, hacer una donación, continuar una tradición que compartían.

6. Reconectar con el sentido de tu propia vida:
Con el tiempo, la ausencia se transforma. El dolor puede dar paso a una calma profunda y una nueva forma de amor.
Pregúntate: ¿Qué aprendí de esa persona? ¿Cómo vivo su legado?

7. Cultivar la esperanza:
El duelo no significa que la vida se detenga. El amor no desaparece: se transforma en memoria, presencia interna, impulso vital.
Poco a poco, el corazón se abre de nuevo a la risa, a los vínculos, al presente.

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