01/12/2019
Entre las leyendas y milagros que por algún hecho portentoso se le atribuyen a la Virgen de IZAMAL , Reina de Yucatán, uno de los más conocidos y antiguos es el que según se cuenta se efectúa cada ocho de diciembre de todos los años. Consiste en que en esa fecha, durante la madrugada, se cambian de lugar las dos vírgenes, es decir, la que pasa el año en el Camarín se traslada a un aposento debajo de la pirámide maya Kinich-Kakmó, y la que ahí se encuentra, pasa a ocupar por un año el camarín.
Según la leyenda al suceder esto, las calles por donde pasan las vírgenes al cambiarse de lugar, quedan con un agradable olor a flores lo que se percibe hasta las primeras horas del día siguiente.
Como es sabido, al trasladarse Fray Diego de Landa a Guatemala con el encargo de los Izamaleños de traer una imagen de la Santísima Virgen para el Convento, recibió de sus superior de Mérida la orden otra para el Convento de ahí, lo que así se hizo.
Estas dos imágenes eran iguales en todo, en tamaño, belleza y todos sus detalles, y desde luego el pueblo las bautizó como "Las dos hermanas". Una se quedó en el Superior Convento de Mérida y la otra fue traída a Izamal.
El 16 de abril de 1829 en un intempestivo incendio en el Convento de esta ciudad de Izamal, se destruyó el altar y la imagen que se encontraba en él. A petición del pueblo y autoridades civiles y eclesiásticas, fue traída la imagen actual que obraba en poder de doña Narcisa de la Cámara que es la que existe.
Ahora la leyenda ¿qué dice?...Veamos: cuéntase que unos años antes del fatídico incendio en el convento, al ser retirada la orden franciscana del país por mandato real, todos los conventos a su cargo pasaron a poder del clero secular. Fue entonces cuando entró al servicio de la iglesia de este lugar como sacristán, un indígena al que llamaremos José Chuc. Este tenía a su cargo la limpieza de la iglesia y el camarín, en el que pasaba largas horas, lo que llamó la atención del sacerdote a cargo del templo. Este, dominado por la curiosidad, empezó a vigilar la conducta de José, pues siendo el camarín más pequeño que la iglesia, no se explicaba porque tardaba tanto en él. Así vino a descubrir que el tal José se pasaba largas horas postrado ante la virgen platicando con ella aun cuando nunca se oía que le Corrió entre el pueblo la voz de lo que sucedía y éste siempre irónico ante esas opiniones le puso a José en forma burlesca el mote de "místico". A él pareció no importarle la forma en que era llamado y siguió su vida de siempre. Pasó el tiempo y llegó el fatídico 16 de abril de 1829...
Cuéntase que ese día al ser llamada la población al son de las alarmantes campanadas de la iglesia que anunciaban incendio, al llegar a ella los habitantes de Izamal, ya no había que hacer pues el altar y el camarín estaban totalmente cubiertos por llamas. Desde ese día desapareció José.
La gente pensó que se había mu**to entre las llamas tal vez para defender a la Virgen que tanto había demostrado querer; aun cuando mucho buscaron entre los escombros, no se encontró nada que indicara que José y la Virgen se hubieran quemado. Como antes se dijo, fue posteriormente traída a Izamal la Virgen existente en Mérida. Ya estando aquí llegó el mes de diciembre de ese año en el que se celebra la fiesta en su honor, del primero al ocho.
Desde el primer día de ese mes, corrió por la población una sorpresiva noticia: "José está otra vez en Izamal", era la exclamación de toda la gente. ¿A qué vino y dónde estaba antes? Era la pregunta general. José "El místico" se hizo presente en el templo y entrevistándose con el sacerdote explicó: "Que solo pasaría aquí los ocho días de la fiesta y que se ponía a disposición del padre como sacristán y guardián del camarín". Fue aceptado desde luego, pues todos sabían de su capacidad para ese menester. Terminada la fiesta, José desapareció de Izamal prometiendo volver al año próximo para trabajar en la iglesia los mismos días y en la misma forma.
Esta costumbre siguió por varios años, pero comenzaron a correr por la población extraños rumores. Se decía que en las horas de la madrugada de cada ocho de diciembre, se veía salir a José de la Iglesia de Izamal y dirigiéndose al cerro Kinich-Kakmó, llegaba a la parte oriente de la base del mismo y en una oquedad que ahí existe, desaparecía. Al poco tiempo se le veía salir y volver al Convento por las mismas calles. Momentos después salía nuevamente de la iglesia y repetía el viaje exactamente igual que el anterior. Que luego del segundo viaje, las calles por donde pasaba quedaban olorosas a flores.
Pasaron los años, José estaba anciano ya, pero persistía en cumplir su servicio anual a la iglesia, con su extraña costumbre, hasta que un año determinado, cuéntase que después de cumplir con sus viajes del cerro al convento, a las pocas personas que encontró ahí y que eran conocidas les dijo: "Es el último año que vengo a Izamal, pero que aún en mi ausencia, observarán que en las calles por donde pasaba en mis viajes cada ocho de diciembre en la madrugada, seguirían como antes oliendo a flores". Además dijo que al fin había sido autorizado a revelar un secreto celosamente guardado hasta entonces y era éste: "Aquel fatídico 16 de abril cuando se quemó la iglesia, me encontraba trabajando en la parte posterior del edificio; y antes que nadie se diera cuenta de las llamas, oí una voz que me decía: sálvame José, soy la Virgen. Me di cuenta de una tenue luz que me seguía y no sabiendo a donde ir dirigí mis pasos hacia el cerro Kinich-Kakmó y en la oquedad que éste tiene en el lado oriente ahí entré acompañado de la Virgen. Y por temor a lo que pasó en esa ocasión, me ausenté de Izamal pensando no volver nunca más.
Pero un día, en el lugar donde fui a refugiarme, escuché nuevamente aquella voz, vi la tenue luz y recibí la orden de venir a Izamal cada año para los días de fiesta y no irme de aquí hasta no acompañar a las dos hermanas en el cambio anual de lugar, en el cual yo las acompañaba". Que nadie osara entrar a la oquedad del cerro donde se refugiaba una de las vírgenes, pues debajo del mismo había un cenote, en el centro de éste una pequeña isla y en el agua a su alrededor habitaba como guardián una enorme serpiente que se comería al que se acercara.
Es lo que dice la tradición que contó José Chuc el último año que se le vio en Izamal, pues nunca volvió...Dicen que hasta ahora cada ocho de diciembre en horas de la madrugada y en determinado momento, en las calles que comunican al Convento con el Cerro Kinich-Kakmó, se siente un penetrante olor a flores, aun cuando no se ve pasar a nadie.