01/08/2025
Día Nacional de la Equinoterapia
Hoy no es un día cualquiera.
Hoy es el día de los abrazos con el alma, de los logros que parecen pequeños pero son gigantes, de los pasos que se dan con esfuerzo, con amor, con constancia.
Hoy es el día de honrar a nuestros jinetes, esos verdaderos super héroes que día tras día se suben al caballo con el alma llena de sueños, con la mirada puesta en el cielo y con un corazón que no conoce la palabra “límite”.
Ellos nos enseñan todo.
Nos enseñan que se puede avanzar, incluso cuando el cuerpo no responde como quisiéramos.
Que hay comunicación sin palabras.
Que se puede confiar, incluso cuando el mundo fue duro.
Que se puede volar… sin alas.
Y detrás de cada jinete, está su familia.
Esa familia que empuja, que llora en silencio, que se emociona con cada pequeño avance como si fuera una maratón ganada.
Esa mamá que nunca dejó de creer.
Ese papá que sostiene sin mostrarse cansado.
Esos abuelos que aplauden como si la vida empezara de nuevo.
Ellos también son parte de esta historia que no se detiene.
Y también, claro, están ellos…
Nuestros caballos.
Fieles, nobles, sabios.
Ellos no preguntan, no juzgan, no se apuran.
Solo acompañan.
Con su paso sereno, con su calor, con su alma inmensa y un corazón enorme (literal).
Se vuelven compañeros, sostén, refugio.
Son quienes cargan mucho más que un cuerpo: cargan sueños, desafíos, emociones.
Y lo hacen con una delicadeza que conmueve.
A veces, quienes pasan por fuera no llegan a imaginar lo que ocurre en ese instante mágico donde el humano y el caballo se encuentran.
Pero los que estamos adentro lo sabemos: lo vemos en las lágrimas que se escapan sin permiso, en los abrazos que duran más, en las miradas que hablan sin decir una palabra.
En ese momento único donde el cuerpo se libera, la mente confía y el alma se siente en casa.
La equinoterapia transforma. No de golpe, no con ruidos. Transforma de a poquito, con ternura, con paciencia, con amor.
Y en ese proceso, todos cambiamos: jinetes, familias, terapeutas, caballos.
Todos crecemos, todos aprendemos, todos sanamos un poco más.
Gracias por tanto.
Gracias a quienes no se rinden, a quienes creen en este camino.
Gracias por demostrarnos cada día que el amor también se puede m***ar, que la libertad tiene forma de crin, y que a veces —solo a veces— los milagros caminan en cuatro patas.