
04/07/2025
Que ninguno de nuestros adolescentes se vuelva a quedar solo con gritos ahogados 🙏🏼
José Miguel tenía quince años y toda una vida por delante, pero algo dentro de él decidió irse antes de tiempo. Era estudiante de la Secundaria Técnica Emilio M. González, en la colonia SPAUAN de Tepic. Cada mañana cargaba su mochila, sus libros… y una tristeza silenciosa que nadie supo notar del todo.
El día de la tragedia no entró a clases. Dejó sus pertenencias en el plantel y, según dicen, una carta que no se leyó a tiempo. Nadie imaginó que esa mañana iba a ser distinta, que ese vacío no era una falta de asistencia más, sino un llamado de auxilio disfrazado de ausencia.
Conduciendo una camioneta Tiguan blanca —un regalo de cumpleaños, irónicamente— tomó la autopista Tepic-Matanchén. Se hablaba entre sus compañeros de que quería llegar a San Blas, tal vez para escapar de algo, tal vez para encontrar la calma que no hallaba en su entorno. Lo cierto es que, a la altura del kilómetro once, perdió el control. El vehículo salió del camino, rodó por un barranco de cuarenta metros y, aunque los paramédicos llegaron rápido, José Miguel ya no volvió.
Ahora lo que queda son las imágenes del metal retorcido en la copa de un árbol, el silencio de la carta que no se leyó y una familia que se quedó con la pregunta más dolorosa de todas: ¿qué no vimos?
No es una nota roja. Es una bofetada de realidad. Una alerta que grita que la salud mental no puede seguir siendo un tema secundario. Que hay adolescentes ahogados en sus pensamientos, en sus miedos, en esa soledad que los devora por dentro mientras fingen que todo va bien. Que lo que duele de verdad no es la caída del auto, sino la caída emocional que nadie detuvo.
José Miguel no debería estar en estas líneas. Debería estar riendo con sus amigos, quejándose de tareas, soñando en grande. Debería estar aquí. Pero hoy no está. Y su ausencia deja claro que no basta con preguntar “¿cómo estás?”; hay que escuchar la respuesta, hay que estar, hay que quedarse.
Que su historia sea un espejo para todos: para padres, para maestros, para amigos. Que nadie vuelva a quedarse a solas con un grito ahogado. Porque a veces no se trata de salvar un coche que va demasiado rápido, sino de abrazar a tiempo un corazón que va demasiado herido.
Descansa en paz, José Miguel. Ojalá ahora encuentres la calma que aquí nunca llegó.