28/08/2025
"La Voz del Micelio"
En un rincón húmedo de la sierra oaxaqueña, donde las nubes acarician los pinos y la tierra respira con el ritmo antiguo de la lluvia, crecen en silencio los niños santos. Así los llamaban los abuelos mazatecos: los hongos psilocibios.
Mateo, un joven biólogo desencantado de la ciudad, llegó a Huautla de Jiménez buscando respuestas. No sabía exactamente qué buscaba. Su vida parecía una sucesión de metas ajenas: carrera, trabajo, sueldo, estrés. Un día, mientras leía sobre la tradición de María Sabina, la sabia mazateca que dio a conocer al mundo los hongos sagrados, algo se encendió en su pecho. Fue como un susurro: "Ven a recordar..."
Tras varios días de camino y dudas, Mateo llegó al pueblo. No vino buscando un "viaje", ni una experiencia exótica, sino un reencuentro. Fue presentado a una mujer de mirada firme y voz suave, doña Teodora, una curandera que aún guiaba ceremonias con hongos.
—Aquí no se juega con los niños santos —le advirtió—. Ellos no vienen a entretenerte. Vienen a enseñarte… si estás dispuesto a escuchar.
Mateo aceptó participar en la velada. Esa noche, en la oscuridad de una choza sin electricidad, rodeado de cantos y rezos, ingirió los hongos. Al principio, todo fue silencio. Luego, la tierra comenzó a hablarle.
Vio cómo su cuerpo no era suyo, sino parte de un vasto organismo llamado Vida. Escuchó la voz del micelio —esa red subterránea que conecta bosques enteros— diciéndole que los humanos habían olvidado que no están por encima de la naturaleza, sino dentro de ella.
Sintió el dolor de la tierra, el miedo de los árboles talados, la angustia de los animales desplazados. Pero también percibió el amor incondicional con que la naturaleza todavía abrazaba a sus hijos perdidos.
Lloró.
Horas después, al salir del trance, algo había cambiado en él. No era una alucinación. Era una revelación.
Doña Teodora le dijo:
—Muchos vienen a los hongos como turistas del alma. Se van sin aprender nada. Pero tú... tú escuchaste. Ahora, ¿qué harás con lo que te han mostrado?
Mateo no respondió de inmediato. Pero al regresar a su ciudad, dejó su trabajo en el laboratorio y comenzó a trabajar en proyectos de educación ambiental y salud mental. No se convirtió en chamán, ni habló públicamente de su experiencia. Solo vivió de otra manera.
Epílogo:
Los hongos psilocibios no son dr**as recreativas. Son herramientas ancestrales de introspección profunda, usados por culturas indígenas durante siglos con respeto y propósito. Su mal uso puede confundir más que aclarar. Pero, tomados con guía, intención y reverencia, pueden abrir puertas hacia uno mismo, hacia la naturaleza, y hacia lo sagrado.
La conciencia no está en los hongos. Está en quien los toma… y en lo que hace después.
🦋Stephany Bricool
Terapeuta Transpersonal en procesos individuales y de pareja.
✨️Abraham Gutiérrez
Terapeuta del sonido y guía en procesos de transformación profunda.
Cocreadores de Humaya: un espacio de transformación, conciencia y despertar interior.