
16/07/2025
Siempre que haya un embarazo, tan pronto se den cuenta, hay que iniciar el control prenatal.
SUPERFETACIÓN: CUANDO UNA MUJER QUEDA EMBARAZADA ESTANDO YA EMBARAZADA Y LA CIENCIA AÚN NO LO ENTIENDE DEL TODO
Imagina estar embarazada. Sentir los síntomas, escuchar los latidos del corazón de tu bebé en el ecógrafo, contar las semanas con ilusión… y, de pronto, descubrir que hay otro bebé creciendo dentro de ti. No un gemelo. No un embarazo múltiple planificado desde la concepción. Sino un segundo embarazo que ocurrió después del primero. En otro momento. En otro ciclo. Como si el cuerpo hubiera olvidado que ya estaba gestando una vida. Así comienza uno de los fenómenos más extraños, desconcertantes y raros de la medicina reproductiva: la superfetación.
En teoría, no debería ocurrir. Porque una vez que una mujer queda embarazada, sus hormonas se alteran, se detiene la ovulación, el útero se cierra a nuevas implantaciones y el cuerpo se enfoca en proteger y nutrir al embrión en desarrollo. Pero en contadísimos casos, algo se rompe en esa lógica perfecta. Una nueva ovulación sucede. Un nuevo óvulo es fecundado. Y ese nuevo embrión encuentra la forma de implantarse… en un útero que ya tiene un huésped. Así, dos bebés comienzan a desarrollarse en paralelo, pero no al mismo tiempo. Uno es mayor por días o incluso semanas.
La superfetación ha sido documentada apenas en una veintena de casos en todo el mundo. Su rareza es tan extrema que muchos ginecólogos nunca la verán en su vida profesional. Pero cuando sucede, la ciencia se detiene a mirar. Porque desafía lo que sabemos del embarazo, del control hormonal, del sistema reproductivo. ¿Qué desencadena esa segunda ovulación? ¿Por qué el útero permite una nueva implantación? ¿Cómo logran convivir dos embriones con edades gestacionales distintas sin que uno interfiera con el otro? Las respuestas todavía son esquivas.
En algunos casos, la superfetación se ha detectado cuando los ultrasonidos muestran diferencias de crecimiento entre los bebés que no se explican por genética ni por problemas de desarrollo. En otros, se confirma tras el parto, cuando el primero nace con semanas de diferencia respecto al segundo, a pesar de haber compartido el mismo útero. Pero incluso con la tecnología moderna, sigue siendo un reto distinguirla de otros fenómenos como el crecimiento desigual de gemelos o la implantación tardía en embarazos múltiples.
Y aunque no suele representar un riesgo directo para los bebés, sí complica el manejo obstétrico. Porque hay dos embarazos distintos coexistiendo, con fechas y necesidades distintas, en un mismo cuerpo. Y la medicina, acostumbrada a medir todo con precisión, se ve obligada a confiar más en la observación que en los protocolos.
Porque a veces, incluso en el mundo clínico, ocurren cosas que no encajan en los libros. Y el cuerpo humano —tan preciso, tan lógico, tan calculado— nos recuerda que todavía puede sorprendernos. Y si alguna vez escuchas de una mujer que dio a luz a dos bebés con semanas de diferencia sin haber recurrido a tratamientos de fertilidad… tal vez la pregunta no es cómo pasó,
sino cómo la vida encontró el modo de volver a empezar, aun cuando ya estaba en curso.