26/11/2025
Cosas que NO mejoran el sistema inmunológico de tu hijo… aunque internet te quiera convencer de lo contrario
Vitamina C ni aunque venga en frasco dorado y en megadosis.
Miel con limón, propóleo, jalea real… ni aunque la haya preparado personalmente la abeja reina.
Omega 3 en jarabe, ni aunque te juren que es de un róbalo premium criado con música clásica en Nueva Zelanda.
Caldo de huesos… ni el de Costco, ni el de receta secreta familiar.
La dieta Keto… ni la versión extrema del Dr. Bayter.
Ashwagandha, Equinácea, adaptógenos y polvitos “elevadores de vibración”…
Magnesio en cápsulas, zinc, boro, cobre y cualquier elemento de la tabla periódica disfrazado de “reforzante inmune”.
Tés milagrosos: orégano, jengibre, cúrcuma…
Y aunque sé que provoca urticaria mencionarlo:
La homeopatía.
Si tú como adulto te los quieres tomar, adelante.
Pero NO se los des a los niños.
El sistema inmunológico no se “sube” con estas cosas… se construye con lo que sí está comprobado.
Aquí va lo que sí funciona, con evidencia real:
1. Vacunas al día (la intervención con mayor evidencia)
Las vacunas entrenan al sistema inmune y disminuyen significativamente las infecciones graves (influenza, neumonía, tosferina, COVID, etc.).
Evidencia: CDC, AAP, OMS, múltiples estudios de cohortes y metaanálisis.
Es la intervención más efectiva para evitar enfermedad severa en invierno.
2. Sueño adecuado
El sueño regula directamente la inmunidad: aumenta la actividad de células NK, citocinas y anticuerpos.
Evidencia: JAMA Pediatrics, Sleep, Pediatrics.
Horas recomendadas:
•1 a 2 años: 11–14 h/día
•3 a 5 años: 10–13 h/día
•6 a 12 años: 9–12 h/día
Niños que duermen poco se enferman más.
3. Alimentación variada y suficiente (no súper alimentos)
No hay alimentos “milagro”.
Hay patrones de alimentación que sí mejoran la inmunidad:
•Frutas y verduras todos los días
•Proteína adecuada (carne, pollo, pescado, leguminosas)
•Grasa saludable (aguacate, nueces, aceite de oliva)
•Alta variedad = microbiota más fuerte
Evidencia: Nutrients, Lancet Child & Adolescent Health, estudios de microbiota.
La diversidad alimentaria está asociada a menor riesgo de infecciones respiratorias.
4. Actividad física diaria
Mejora la función inmune, reduce inflamación y regula la microbiota.
Evidencia: Frontiers in Immunology, Pediatrics.
•60 minutos al día de juego activo: correr, brincar, bicicleta, parque.
Los niños sedentarios se enferman más.
5. Buena hidratación
La deshidratación afecta la mucosa respiratoria y la respuesta inmune.
Evidencia: estudios comparativos en Clinical Nutrition y JAMA.
Agua simple.
Evitar jugos, refrescos y bebidas azucaradas.
6. Vitamina D (solo cuando está baja)
No es un “inmunoestimulante”, pero la deficiencia aumenta riesgo de infecciones respiratorias.
Evidencia: metaanálisis de BMJ y Lancet Respiratory Medicine.
Solo suplementar si hay riesgo o deficiencia real.
No dar “por si acaso”.
7. Lavado de manos y ventilación
Son medidas físicas, no inmunológicas, pero reducen exposición y, en la práctica, disminuyen infecciones.
Evidencia: OMS, CDC, Cochrane (revisión 2020).
Agua y jabón 20–40 segundos.
Ventilar la casa y el coche.
Las defensas no se compran.
No vienen en frascos, no se preparan en tés, no se heredan en recetas de internet.
El sistema inmunológico de un niño se construye con hábitos y constancia…
No con productos milagrosos.
Que tengas buen inicio de semana.