10/05/2025
En esta fecha donde muchos celebran con flores y fotos familiares, hay quienes guardan silencio. Y no es por falta de amor, sino porque esa palabra —mamá— a veces duele más de lo que reconforta.
No todas las personas crecieron con una madre que supo amar. Algunas crecieron con una madre que gritaba, que criticaba, que no estaba presente. O que sí estaba… pero solo para invalidarte, para exigirte, para hacerte sentir que nunca eras suficiente.
Hay madres que fueron niñas heridas, que nunca sanaron y sin darse cuenta nos entregaron esa herida envuelta en forma de “educación”, de “sacrificio” o de “esto es por tu bien”.
Y tú, como hija o hijo, lo recibiste. Callaste. Te esforzaste por ser la buena, el que no molesta, el fuerte. Aprendiste que amar era ceder, que poner límites era peligroso, que lo que tú sentías no tenía importancia.
A veces incluso llegaste a pensar: "¿Y si todo fue mi culpa?"
Pero no lo fue.
Recuerda
Está bien si necesitas llorar.
Está bien si no quieres hacer un post con flores.
Está bien si te guardas en silencio.
Está bien si estás en medio de tu duelo.
La herida materna no define quién eres. Solo cuenta una parte del camino.
Hoy puedes elegir algo diferente. Puedes abrazar con conciencia a tu niña o niño interno. Puedes romper el ciclo. Puedes dejar de cargar lo que no es tuyo.
Porque crecer sin una madre emocionalmente presente no te quita dignidad, y elegir sanar es una de las formas más poderosas de honrarte.