28/11/2025
“𝐃𝐞𝐬𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐎𝐭𝐫𝐚 𝐕𝐢𝐝𝐚” - 𝐌𝐞𝐧𝐬𝐚𝐣𝐞𝐬 𝐌𝐞𝐝𝐢𝐮́𝐦𝐧𝐢𝐜𝐨𝐬
𝐌𝐄𝐃𝐈𝐂𝐎 𝐄𝐒𝐏𝐈𝐑𝐈𝐓𝐔𝐀𝐋 𝐐𝐔𝐄 𝐎𝐅𝐑𝐄𝐂𝐄 𝐒𝐔𝐒 𝐒𝐄𝐑𝐕𝐈𝐂𝐈𝐎𝐒
—Buenas noches, hermanos todos. Se me ha permitido que venga a saludaros; que venga en plan de exploración a estas reuniones que tenéis tan edificantes.
He efectuado estas visitas en diferentes lugares del mundo para cumplir una misión que pedí y que se me concedió como una gracia especial que yo no merezco.
Sabéis, buenos hermanos, que el destino que ha trazado Dios a sus hijos para una encarnación, además de ser oportuno, exacto y conveniente, ha podido ser elegido, con entera libertad, parte de ese destino por el ser y que al serle concedido contrae una gran responsabilidad moral si no lo cumple.
Este improvisado preámbulo que he hecho a mi
presentación justifica, para muchos espíritus, la necesidad de continuar, desde lo espiritual, aquellas misiones que dejaron por cumplir en su encarnación.
Considerarme como un hermano más que vive en el mundo Eterno del espíritu, un hermano que pasó por la tierra y que está ahora cumpliendo una misión especialísima con todos los encarnados y que ha tenido la suerte de poder venir esta noche para estar con vosotros unos momentos.
—Bienvenido, querido hermano.
—Yo fui médico. Curaba principalmente con el poder hipnótico.
Quiere esto decir que en mis intervenciones, enseñanzas y diagnósticos era muy afortunado, pues como sabéis, en este estado el paciente coopera de modo importante para descubrir lo indescubrible por nosotros. Dediqué toda mi vida a la curación de los enfermos. Saqué la conclusión de que los sufrimientos materiales son consustanciales de la vida en la tierra y por los que tiene que pasar ineludiblemente el ser humano. Y pude comprobar, gracias a la facultad hipnótica, que la poseía muy potente,
que la fortaleza de ánimo en los hombres, la fe y la abnegación en sus decisiones, cuando son puras y leales, fortifican el alma, engrandecen su potencialidad y en su espíritu prolifera grandemente la luz.
Para infundir esa fortaleza de ánimo en los encarnados solicité seguir en contacto con los hombres y a ser posible curarlos, si se me permitía.
Y tuve la gran dicha de que los espíritus superiores me concedieran esa facultad y esa alegría. Por eso mi misión ahora es esa y pido a Dios sea muy larga y pródiga en bienes para mis hermanos.
Yo no he curado ninguna enfermedad. Todas las ha curado Dios, pero sí he tenido muchos éxitos frenando el progreso ascendente del mal y del dolor.
Me he permitido venir a daros unas instrucciones por si os parecen oportunas y necesarias, a fin de que las practiquéis cuando estiméis oportuno. Bien entendido que cuanto os digo y hagáis estará respaldado por vuestro bendito guía Demeure, que tanto sabe y tanto os quiere.
Decirme si os parece que os explique cómo tenéis que hacer para que se realicen esas curaciones.
—Nosotros, encantados de que nos las digas.
—Por si acaso mi diálogo es monótono o si os resultan simplezas mías, perdonarme por haber distraído vuestra atención.
—En modo alguno. Nosotros lo que anhelamos es aprender mucho de vosotros que tenéis ciencia y conocimiento.
—En primer lugar tenéis que preparar vuestro espíritu con una concentración lo más pura posible, hallándose completamente ajenos a todas las preocupaciones y tensiones de la vida humana.
Poniéndonos bajo la protección y bendición de Dios con todo vuestro sentimiento, fe y energía espiritual.
Estaréis en la posición que os vamos a decir, unos quince minutos, y después descansar unos momentos con vuestro pensamiento y con
vuestras energías psíquicas. Os colocaréis en cadena, las manos sobre la mesa, abiertas. Los pies aislados del suelo, sobre la tarima.
El enfermo se situará al lado del médium, dejando abierta la cadena o circuito magnético por la mano que no hace contacto con la del
médium. Esta es la forma que vengo haciendo las curaciones y con las que obtengo magníficos resultados.
—¿Tú colaborará en dichas curaciones?
—Desde luego. Es mi deber. Cuando vayáis a hacer alguna curación hacer la caridad de llamarme.
—¿Con qué nombre te invocaremos?
—Con el de Karl Sneider. Nada más, queridos hermanos. Que Dios os ayude.