02/11/2025
“Me abracé tan fuerte… que volví a florecer”
Me abracé con tanta fuerza que sentí cómo el pecho soltaba un crujido dulce, como cuando un capullo se abre bajo el sol. El abrazo era mío y a la vez de todos mis sueños olvidados: un refugio pequeño donde las dudas se deshicieron, igual que hielo en agua tibia.
En ese apretón descubrí que el cariño propio funciona como abono: nutre cada rincón seco, despierta colores dormidos y hace brotar nuevas hojas de esperanza. No necesitaba prisa ni aplausos, solo quedarme allí, escuchando el latido que marcaba el ritmo de mi renacer.
Cuando solté los brazos, el mundo me pareció distinto: había más luz, más aroma, más ganas de seguir creciendo. Me abracé tan fuerte… que volví a florecer.