Amor y libertad

Amor y libertad somos un grupo de autoayuda.

¿MIEDO A LA VEJEZ DE TUS PADRES?“Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superpo...
15/06/2025

¿MIEDO A LA VEJEZ DE TUS PADRES?

“Hay una ruptura en la historia de la familia, donde las edades se acumulan y se superponen y el orden natural no tiene sentido: es cuando el hijo se convierte en el padre de su padre”.

Es cuando el padre se hace mayor y comienza a trotar como si estuviera dentro de la niebla.

Lento, lento, impreciso.

Es cuando uno de los padres que te tomó con fuerza de la mano cuando eras pequeño ya no quiere estar solo.

Es cuando el padre, una vez firme e insuperable, se debilita y toma aliento dos veces antes de levantarse de su lugar.

Es cuando el padre, que en otro tiempo había mandado y ordenado, hoy solo suspira, solo gime, y busca dónde está la puerta y la ventana - todo corredor ahora está lejos.

Es cuando uno de los padres antes dispuesto y trabajador fracasa en ponerse su propia ropa y no recuerda tomar sus medicamentos.

Y nosotros, como hijos, no haremos otra cosa sino aceptar que somos responsables de esa vida.

Aquella vida que nos engendró depende de nuestra vida para morir en paz.

Todo hijo es el padre de la muerte de su padre. Tal vez la vejez del padre y de la madre es curiosamente el último embarazo.

Nuestra última enseñanza. Una oportunidad para devolver los cuidados y el amor que nos han dado por décadas.

Y así como adaptamos nuestra casa para cuidar de nuestros bebés, bloqueando tomas de luz y poniendo corralitos, ahora vamos a cambiar la distribución de los muebles para nuestros padres.

La primera transformación ocurre en el cuarto de baño. Seremos los padres de nuestros padres los que ahora pondremos una barra en la regadera.

La barra es emblemática. La barra es simbólica. La barra es inaugurar el “destemplamiento de las aguas”.

Porque la ducha, simple y refrescante, ahora es una tempestad para los viejos pies de nuestros protectores.

No podemos dejarlos ningún momento.

La casa de quien cuida de sus padres tendrá abrazaderas por las paredes. Y nuestros brazos se extenderán en forma de barandillas.

Envejecer es caminar sosteniéndose de los objetos, envejecer es incluso subir escaleras sin escalones. Seremos extraños en nuestra propia casa. Observaremos cada detalle con miedo y desconocimiento, con duda y preocupación.

Seremos arquitectos, diseñadores, ingenieros frustrados. ¿Cómo no previmos que nuestros padres se enfermarían y necesitarían de nosotros?

Nos lamentaremos de los sofás, las estatuas y la escalera de caracol. Lamentaremos todos los obstáculos y la alfombra.

Feliz el hijo que es el padre de su padre antes de su muerte, y pobre del hijo que aparece sólo en el funeral y no se despide un poco cada día.

Mi amigo Joseph Klein acompañó a su padre hasta sus últimos minutos.

En el hospital, la enfermera hacía la maniobra para moverlo de la cama a la camilla, tratando de cambiar las sábanas cuando Joe gritó desde su asiento: Deja que te ayude. Reunió fuerzas y tomó por primera vez a su padre en su regazo. Colocó la cara de su padre contra su pecho.

Acomodó en sus hombros a su padre consumido por el cáncer: pequeño, arrugado, frágil, tembloroso. Se quedó abrazándolo por un buen tiempo, el tiempo equivalente a su infancia, el tiempo equivalente a su adolescencia, un buen tiempo, un tiempo interminable.

Meciendo a su padre de un lado al otro.

Acariciando a su padre. Calmando él a su padre. Y decía en voz baja:

- ¡Estoy aquí, estoy aquí, papá! “Lo que un padre quiere oír al final de su vida es que su hijo está ahí”...

• Carlos Fuentes

10/06/2025
¿ERES UNA MUJER QUE "AMA DEMASIADO" A OTROS PERO NO A TI MISMA?Esto es para tí.“Mujeres que aman demasiado…demasiado mal...
16/04/2025

¿ERES UNA MUJER QUE "AMA DEMASIADO" A OTROS PERO NO A TI MISMA?

Esto es para tí.
“Mujeres que aman demasiado…demasiado mal”

Si estar enamorada es un continuo sufrimiento, no es amor
es codependencia.

Vienes de un hogar un tanto disfuncional, de una infancia que no llenó tus necesidades emocionales.

Intentas llenar tus vacíos proporcionando afecto , especialmente a hombres que parecen “necesitados”

Haces cualquier cosa para que la persona amada no se vaya.

Te “enganchas” continuamente con hombres inaccesibles.

Te encuentras frecuentemente en relaciones dónde eres la que más da. Y te esfuerzas en dar y dar para ver si la persona se queda.

Toleras más allá de lo normal e incluso aceptas responsabilidades y culpas que no te corresponden.

Tienes una cierta predisposición a comer de más (especialmente dulces), a beber de más, a vivir en estados de ansiedad continua.

Necesitas “controlar” y disimulas este deseo compulsivo bajo la apariencia de ser “útil”.

Los hombres “agradables” te parecen aburridos. Te interesan los inestables, inaccesibles, caóticos.

Consideras que tienes una autoestima baja, aunque lo intentes esconder de los demás.

Cuando la mayoría de nuestras conversaciones con amigas son acerca de él, de sus problemas, ideas, acciones y sentimientos, cuando casi todas nuestras frases empiezan con “él…”, estamos amando demasiado.

Cuando justificamos sus acciones por problemas de su infeliz infancia e intentamos convertirnos en sus terapeutas, protectoras, estamos amando demasiado.

La mujer que ama demasiado se siente hambrienta de amor y es adicta a las relaciones con hombres difíciles y emocionalmente inaccesibles, a quienes necesita como si fuesen una droga. Está «enganchada» al dolor emocional y a la excitación que proporciona la incertidumbre y la decepción, hasta el punto de pasar por alto o minimizar cualquier desengaño y de justificar incluso el maltrato o la traición. Él lo es todo para ella. Si bien muchas mujeres creen que esto es amor, en realidad se trata de una obsesión… y de una trampa peligrosa.

La principal motivación que subyace a esta «entrega desinteresada» es el evitar ocuparse de sí misma y evadir el propio dolor y vacío interior. En el fondo, existe un enorme vacío ante la propia soledad, y sin embargo involucrarse emocionalmente desde ese vacío interior sólo genera más vacío. La recuperación requiere precisamente estar sola, acoger los sentimientos que surjan, abrazar ese vacío interior y buscar con ahínco y determinación el propio camino.

En estos casos existe un serio problema de autovaloración y es bastante difícil superar esta dinámica sin tomar plena conciencia de ella y sin un buen apoyo terapéutico. Se trata de un proceso continuo de dejar de abandonarse y aprender a cuidarse, quererse y respetarse. Ante todo, se ha priorizar la propia recuperación y el compromiso con una misma. Trabajar el respeto y la autoaceptación, asumir los miedos y la propia vulnerabilidad porque ahí precisamente residen la fuerza y el coraje. Buscar el propio centro, la serenidad y la ecuanimidad, y para ello nada mejor que la soledad y la meditación. También se pueden retirar las proyecciones de su parte masculina, es decir, ejercitar y desarrollar aquellas características que le atraen del otro.

Dejar de amar demasiado consiste en empezar a ser una misma y no intentar ser quien el otro espera que sea, revelándose como se es, siendo auténtica. Para ello es inevitable recorrer el camino de la incertidumbre, la inseguridad y el miedo, y seguir adelante sola, aprendiendo a confiar en sí misma. Las mujeres que aman demasiado necesitan darse cuenta de que su pareja no puede ser el centro de su vida, porque ese centro reside en su interior. Para ello han de buscar apoyo a fin de aprender a amar, y también puede ayudarles conectar con su espiritualidad. Necesitan saber que las actitudes de dependencia, las exigencias, la posesividad, los celos, el control, la manipulación y el sufrimiento no son sinónimos sino distorsiones del amor, y que todos podemos aprender a vivir sin el otro.

Por su parte, los hombres que se embarcan en este tipo de relación necesitan mujeres que vivan por y para ellos porque se sienten débiles, inseguros y dependientes tras una aparente fuerza y seguridad. Son como niños que requieren de una «mamá» que esté pendiente de ellos, los controle, regañe y aconseje. Alguien que no les pierda de vista, a quien aman y odian a la vez, una mujer que les exaspere tanto como la necesitan, y a quien puedan castigar por ello.

Son hombres a quienes une una relación infantil con la madre, que buscan la protección, el cuidado y la admiración de su pareja. Afectuosos cuando tratan de conquistar, se muestran irresponsables de sí mismos y de la relación una vez lo han conseguido. Lo que buscan es ser amados, no amar. Cuando la mujer deja de responder como ellos necesitan, cuando dejan de admirarles y aceptar, por ejemplo, los flirteos con otras mujeres o reclama una vida propia, entonces se enfadan y se muestran resentidos. Lo que buscan en realidad es una madre complaciente y permisiva en la mujer, y no una relación madura.

Esta dinámica relacional se corresponde con el síndrome del “perseguidor-esquivo” y está habitualmente ligada al género aunque en realidad son papeles intercambiables que pueden variar en diferentes momentos a lo largo de una relación o en diferentes relaciones, pues todos, como es sabido, todos tenemos una parte masculina y otra femenina. Así, hombres y mujeres podemos funcionar de manera inversa, ellas huyendo y ellos persiguiendo.

Independientemente del género, hay hombres y mujeres adictos a las relaciones y/o al s**o que ven al otro como un objeto, y aunque en apariencia pudiera parecer todo lo contrario, en realidad huyen de la intimidad y del verdadero encuentro. Como necesitan su «dosis» ponen el cebo para que alguien «pique el anzuelo», se vuelcan en relaciones instantáneas en las que dejan de lado las propias necesidades. Se convierte al otro en el centro o «salvador» de la propia vida y se abandonan gradualmente a sí mismos. Se renuncia a la autodeterminación para no amenazar la relación y ambos aceptan funcionar como «medias naranjas». No se permiten abrirse a la vida o a los propios intereses porque eso pone en peligro el vínculo entre ambos. Se intenta ser quien el otro quiere que sea, es decir, hay coacción y control, no sólo de lo que el compañero hace sino de lo que dice, siente y piensa. Se llega a aceptar incluso ser culpable de cuanto no funciona, se manipula, seduce, amenaza y maltrata, llegándose en muchos casos a una relación verdaderamente destructiva.

Y es que en las relaciones de dependencia hay «amor» y odio, apego y rechazo, hostilidad abierta o encubierta, de modo que se llega al agotamiento, la confusión y la pérdida del propio centro. Cuando uno de ellos se siente «ahogado» por esta dinámica desencadena una pelea, lo que proporciona cierta distancia para recuperar el tiempo y espacio individual, algo que no se permiten cuando están «bien», ya que eso se vive como una traición, como desamor. Ante todo, se evita el encuentro con uno mismo y el propio proceso, de manera que cuando surgen discusiones y peleas se alejan uno del otro, pero el hecho de estar solos les genera angustia y malestar, por lo que vuelven repetidas veces a lo único que les importa: la relación. Y cada vez hay más muestras de exigencias, desgaste y erosión. Éste es el panorama y caldo de cultivo de muchas dinámicas de pareja, incluso entre gente muy joven, que degenera en una desvitalización y pérdida de la dignidad personal.

Es evidente que una relación no puede proporcionar lo que cada uno ha de darse a sí mismo. Estas relaciones codependientes dañan al niño interior y oscurecen la esencia. Cuando la relación termina por agotamiento se produce tal vacío y dolor que para evitarlo algunos se involucran inmediatamente en otra relación, y vuelta a empezar… hasta que uno se da cuenta de que vivir por y para el otro no conduce a nada. La búsqueda del amor a través del amor del otro, definitivamente, no funciona. Nunca se van a dar lo que no se pueden dar a sí mismos. En verdad, no podemos construir relaciones íntimas cuando no somos capaces de ser íntimos con nosotros mismos. La dependencia destruye la intimidad, y la necesidad de otra persona es dependencia, no amor. Cuando perdemos nuestro centro y nos centramos en el otro mantenemos una relación adictiva y codependiente. Nos «sacrificamos» por el compañero y la relación, dejamos de ser quienes somos y de hacer lo que deseamos, y luego pasamos factura y pretendemos que se nos recompense, que el otro haga lo mismo.

En realidad, nos servimos de la relación para no enfrentarnos a nuestros miedos, carencias y sentimientos de inadecuación personal. La intensidad de la atracción en la mayoría de los casos no es como se suele pensar una prueba de amor, sino de apego y del grado de carencia y necesidad que existe en las personas. Manifiesta la herida del niño interior, las carencias personales, el abandono al que está sometido, la falta de conexión con la esencia.

Recuperarse pasa por un largo proceso en que hay que afrontar la propia vida y soledad, el vacío y los sentimientos de inseguridad, y la falta de conexión con uno mismo. Muchas relaciones se basan en la fusión y el «enganche», siendo esto lo que la mayoría entiende por amor, cuando más bien se trata de relaciones patológicas y enfermizas. Cuesta romperlas, porque se está demasiado perdido, desconcertado y debilitado para poder salir de ellas. Se necesita tomar conciencia de que hay un trabajo por hacer, que es recuperar el centro y la dignidad personal. Qué importante, qué necesario es encontrar el propio centro, aquello que permanece inalterable incluso cuando todo alrededor cambia.

Lamentablemente, vivimos en una sociedad adicta y codependiente en la que apenas existen modelos de relaciones sanas e interdependientes, aunque es cierto que cada vez somos más conscientes de cuál es el camino a seguir, lo que resulta muy alentador. Necesitamos romper esos patrones relacionales que hemos aprendido e interiorizado de anteriores generaciones que sólo conducen al desgaste, sufrimiento y pérdida de uno mismo, para poder acceder a un nuevo modelo de relación, un nuevo paradigma basado en el amor incondicional, el desapego, la libertad, la confianza y el respeto mutuo. En verdad, la única forma de romper esta dinámica de desencuentro pasa por desarrollar y priorizar la conexión con uno mismo.

Los hombres quieren respeto, 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝘂𝗷𝗲𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼.  Acepta esta verdad o sigue viviendo engañado: Cuando un hombre dice qu...
07/04/2025

Los hombres quieren respeto, 𝗹𝗮𝘀 𝗺𝘂𝗷𝗲𝗿𝗲𝘀 𝗱𝗶𝗻𝗲𝗿𝗼.

Acepta esta verdad o sigue viviendo engañado:

Cuando un hombre dice que quiere “amor,” lo que en realidad busca es **respeto, admiración y lealtad.** Quiere ser visto como el líder, el protector, el proveedor. No necesita que lo “cuiden,” necesita que lo miren con orgullo.

Cuando una mujer dice que quiere “amor,” lo que realmente busca es seguridad, estabilidad y una vida sin preocupaciones. Quiere a un hombre que la haga sentir especial, pero más importante aún… quiere a un hombre que pueda pagarle esa sensación.

El hombre sin dinero puede ser el más noble, el más bueno, el más atento… pero nadie lo respeta. Ni la sociedad, ni su mujer, ni sus hijos.

El hombre con dinero puede ser un id**ta, un patán, un infiel, pero siempre tendrá mujeres a sus pies.

Y aquí viene la parte dolorosa:
- Si un hombre pierde dinero, pierde el respeto de todos.
- Si una mujer pierde dinero, siempre habrá un hombre dispuesto a rescatarla.

Los hombres aman incondicionalmente, las mujeres aman bajo condiciones.
Y la principal condición es el dinero....
Sacado de la web.
Que fuerte … esto lo escribió un hombre que se ve la vida no lo ha tratado muy bien. Donde andara metido ?🤦‍♀️😝

¡QUÉ MIEDO!Qué bonito es cuando hay confianza, cuando no hay nada que ocultar. Qué bonito es poder ver el celular junto ...
18/03/2025

¡QUÉ MIEDO!

Qué bonito es cuando hay confianza, cuando no hay nada que ocultar. Qué bonito es poder ver el celular junto a tu pareja sin miedo, sin necesidad de voltearte a la esquina de la cama como si estuvieras escondiendo un secreto.

Cuánta paz poder dormir sin tener que meter el teléfono debajo de la almohada, sin temor a que entre una llamada inesperada.

Qué feo no poder usar la huella dactilar en tu celular por miedo a que, mientras duermes, te tomen el dedo y lo desbloqueen.

Qué cansado meterse a bañar y tener que llevarse el celular, como si fuera parte del cuerpo, por miedo a que descubran algo.

Qué agotador mantener el celular en silencio y echarle la culpa a las notificaciones "no deseadas". Si de verdad no quieres notificaciones, simplemente las desactivas y listo.

¡Qué susto salir de casa y olvidar el celular! Porque en ese momento eres capaz de dar la vuelta a mil por hora, cuando lo permitido es a 40 km/h. Y si no puedes manejar, hasta corres si es necesario. Tu excusa: "Es que lo necesito para el trabajo", "Estoy esperando una llamada importante del mecánico"… ¡Y ni carro tienes!

Cuánta paz hay cuando hay confianza y honestidad.

Por eso, mejor ser sinceros, decir la verdad y que pase lo que tenga que pasar. Porque lo que se esconde, tarde o temprano, siempre sale a la luz....

Si me ves en caída libre no me detengas, necesito saber que la caída duele, si me sigues poniendo colchones para que no ...
11/01/2025

Si me ves en caída libre no me detengas, necesito saber que la caída duele, si me sigues poniendo colchones para que no me haga daño jamás podré entender que necesito cambiar…, por favor no me mates con tu ayuda…

Que en paz descanse...
03/10/2024

Que en paz descanse...

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