15/06/2025
Abrazo a todos los que, desde su historia, luchan con heridas desde su niñez.
Les comparto un poco de lo que soy...
"𝑷𝒂𝒑á 𝒏𝒐 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒇𝒖𝒆 𝒔𝒖𝒑𝒆𝒓𝒉é𝒓𝒐𝒆"
Reconozco que mi papá no siempre fue mi superhéroe. La realidad es que, desde muy pequeña, casi siempre lo percibí como mi verdugo, como la causa de mis tristezas, e incluso, como una persona a la que, de manera ambivalente, quería y no en mi vida.
Desde que tenía 3 años, mi mente registró problemas entre mis papás. Papá tenía más hijos de la edad de mi hermano y la mía, y otra familia; y mi mamá, siendo su esposa y madre de 2 de sus hijos, no dejaba de reflejarle lo mal que eso la hacía sentir.
Crecí con la firme idea de que yo no quería una pareja igual. Justamente por eso, mis pocas relaciones de pareja terminaban súbitamente tras enterarme de infidelidades o actitudes que me recordaban a él. Pero sabes, ahora, a mis más de 30 años, pienso que ha sido una de las cosas que quiero y necesito agradecer, haberme enseñado lo que no deseo de un compañero de vida. Precisamente ese aprendizaje, aunque duro, me llevó a elegir a mi esposo y padre de mis dos hijos. Una persona, que como mi mismo papá indicó alguna vez, "no se parecía a él"; elegía a un hombre que a mi parecer tenía un enorme corazón que se complementaba completamente con el mío y confiaba en que podía cuidarlo.
Cuando pienso en mí siendo niña, y recuerdo a mi papá de aquellos años, visualizo un papá ausente, enojado, gritón, gruñón, desesperado, peleonero, que no media su tono de voz al hablarnos. Sin embargo, junto a ese recuerdo y a ese papá, también viene a mi mente un papá que trabajó muy duro y, ante cualquier dificultad, siempre me hizo sentir que yo podía hacer las cosas, estuviera él o no.
Constantemente digo que, aunque mi papá de manera material no cubrió todo al 100%, y pese a que la historia familiar fue tensa hasta hace muy poco, yo decido recordar a ese papá que confiaba tanto en mí y en mis capacidades (eso es lo que yo decido creer). Muchas veces pensé que lo ideal para mí como hija hubiese sido que mis padres no estuvieran juntos, que mi papá se hubiese ido, y que finalmente hubiese hecho una vida alejado de nosotros, para no darme cuenta de cada una de las cosas que me torturaban al saberlas. Incluso, sin que yo buscara nada. “Tú las cachas todas” me dijo una vez, “tú ya sabes de qué lado masca la iguana”, y varias actitudes que aunque él sabía que me causaban daño, continuó por mucho tiempo haciendo. Así pasaron muchos años y muchas historias.
Cuando crecí, pasado los 23 años de edad, descubrí un papá diferente. Estaba por casarme, y aunque él no estaba de acuerdo (decía que era muy chica), nunca dudé en seguir con mi vida al lado del que ahora es mi esposo. “No te vayas”, “yo pago lo que has gastado”, “¿para qué te casas?”, fueron algunas de las cosas que me dijo mientras organizaba mi enlace matrimonial. Comencé a ver a un papá desesperado por recuperar el tiempo que no pasó con su niña, la única mujer, y la mayor, de sus cuatro hijos.
Me constó muchos años de terapia entender, más no justificar, lo que había sucedido con mi familia. Desprenderme de un rol de esposa que no me pertenecía, y concentrarme en mi rol de hija, me ha llenado de muchas satisfacciones; de un tiempo para acá sé que si lo necesito, mi papá estará ahí. Requiero ayuda para cualquier cosa y nadie me auxilia: está mi papá. El más pequeño incidente, sé que cuento con él. Todo dentro de sus posibilidades.
Siempre trato de concentrarme en las cosas que mi papá hace, o incluso intenta hacer, por mí y por los míos, en esa parte bonita que quiero recordar cada vez que hablo de él. No niego lo que antes fue, o que quizás sigue siendo y decido no saber, deseo y decido creer que gran parte de él es bueno, eso me ayuda a mí. Incluso si nos hubiese dejado, porque alguna vez lo pensé, creé un plan de contención en el que visualizaba cómo me sentiría y lo que, probablemente, pasaría. Y ahí mismo intentaba concentrar mi paz y mi energía en el hecho de que aunque me doliera, algo bueno saldría de todo eso. De entrada, concentrarme en el hecho de qué tipo de vida querría para mí y los medios que necesitaría para conseguirlo. Tener algo distinto a lo que yo pasé y él pudo darme con las herramientas que tenía.
Quizás para muchos yo tuve suerte, y finalmente tuve al papá que necesitaba. Sin embargo, aun cuando no hubiese sido así, decido no sentir rencor ni pesar. Valoro por mucho, y cada día más, mi estabilidad y mi paz mental. Decido creer que hizo lo que pudo y que a pesar de todo, ahora me toca a mí sanar esta parte de la historia. Tomo firmemente las riendas de mi vida y decido trabajar en pro de ella.
Amo profundamente a mi papá, en estos últimos años se ha convertido en ese superhéroe que siempre soñé tener. Un papá totalmente imperfecto que acepto, a pesar de todo. Y como una vez leí en un libro, agradezco y bendigo ese 50% que él me regalo, con el cual fui formada, y que vive y vivirá dentro de mí por el resto del tiempo que Dios me preste vida.
Hablo desde mi corazón tranquilo, en paz, no sé si al 100% sanado, pero sí bastante funcional.
Sanar no exime a otros de sus errores, pero si te libera a ti de lo que te ata y no te deja avanzar.
Autora. Iraiza Rodríguez.
Psicoterapeuta
Escrito el 25 de octubre del 2023.
Publicado el 14 de junio del 2025.
𝑺𝒊 𝒆𝒏 𝒂𝒍𝒈𝒐 𝒕𝒆 𝒂𝒚𝒖𝒅𝒂 𝒍𝒆𝒆𝒓 𝒆𝒔𝒕𝒂 𝒉𝒊𝒔𝒕𝒐𝒓𝒊𝒂, ¡𝑪𝒐𝒎𝒑𝒂𝒓𝒕𝒆!
𝑫𝒆𝒔𝒆𝒐 𝒄𝒐𝒏 𝒆𝒍 𝒂𝒍𝒎𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒕𝒖 𝒄𝒐𝒓𝒂𝒛ó𝒏 𝒔𝒂𝒏𝒆...