25/06/2025
No estás locx
Lo natural es querer seguir los impulsos:
Si estás molesto: discutir, insultar, romper cosas
Si estás triste: llorar, no salir, acostarte
Si tienes miedo: preocuparte, evitar
Si estás feliz: sonreír, cantar, bailar
Cada emoción es como un personaje de Intensamente que quiere tomar el control del volante.
En la naturaleza, así funcionan las cosas.
De base, somos animales.
Y no lo digo en sentido poético: un gallo no hace journaling cuando otro gallo lo provoca. Se lanza a los picotazos y listo.
Pero los seres humanos tenemos una ventaja extraña:
Podemos hacer lo antinatural.
No actuar por impulso inmediato,
sino elegir según lo que realmente nos funciona.
Por ejemplo:
En vez de insultar al que se mete en el tráfico,
puedo validar mi enojo,
refocalizar,
y seguir escuchando mi playlist de Spotify como si fuera un monje zen con WiFi.
Y sí…
Es difícil.
A veces no quieres respirar profundo ni “refocalizar”. Lo que realmente quieres es gritarle al coche de al lado, romper algo o meterte bajo las cobijas con pan dulce y cero responsabilidades. Y se entiende, somos humanos.
Pero elegir no actuar por impulso no es “portarse bien”.
No es para quedar bien con nadie.
Es para cuidar tu calidad de vida, para no terminar con una pelea más, una culpa más o un mueble menos.
Porque sí, seguir el impulso se siente increíble por cinco minutos…
pero luego vienen los efectos secundarios.