25/07/2025
🧬 CAPÍTULO 2 — Cómo se obtienen realmente las células madre: del cuerpo al laboratorio, sin atajos ni magia
En muchas clínicas privadas te prometen que te van a aplicar “células madre” como si vinieran ya listas, casi mágicamente, en un frasquito 🧪. Te dicen que basta con descongelarlas o agitarlas un poco y que ya están listas para regenerar tu cuerpo. Pero la realidad, en medicina, es completamente otra.
Obtener células madre reales, vivas y funcionales no es nada simple. No se trata de extraerlas como si fueran jugo 🥤. Es un proceso preciso, delicado, costoso y técnico, que requiere romper con la biología natural del cuerpo, extraer algo que no quiere salir, mantenerlo vivo fuera de su entorno, y luego evaluarlo como si fuera una medicina personalizada. Nada de eso se puede hacer sin infraestructura médica especializada 🏥.
Para entenderlo mejor, hay que comenzar por las únicas células madre cuyo uso clínico está aprobado, regulado y respaldado por décadas de experiencia: las células madre hematopoyéticas, esas que producen todas las células de la sangre 🩸.
Estas células viven protegidas dentro del hueso, en un lugar que los hematólogos llamamos el nicho hematopoyético. Imagina que ahí adentro tienen todo lo que necesitan: señales químicas, contacto con otras células, proteínas estructurales. Están como en una habitación con clima, luz y comida perfecta 🌡️🍽️. No quieren salir de ahí.
El cuerpo, de hecho, se encarga activamente de mantenerlas ancladas. Esto lo hace con moléculas de anclaje, como CXCL12 o SDF-1, que funcionan como pegamento químico 🧲. Las células madre hematopoyéticas tienen un receptor llamado CXCR4, que se une a ese “pegamento” y las mantiene firmes en la médula ósea.
Así que si queremos recolectarlas —por ejemplo, para un trasplante en alguien con leucemia— tenemos que sacarlas a la fuerza, pero con ciencia. Y eso se logra usando medicamentos especiales que las hagan soltarse.
El más común se llama G-CSF, un factor estimulante de colonias 💉. Este medicamento se inyecta durante varios días, y lo que hace es empujar suavemente a las células madre fuera de su nicho. Estimula su multiplicación y empieza a romper esas uniones químicas que las mantienen dentro del hueso. Pero no siempre es suficiente. En algunos pacientes —sobre todo los que han recibido quimioterapia intensa o tienen médulas dañadas— las células madre están tan aferradas al hueso que ni siquiera el G-CSF puede sacarlas.
Ahí usamos otro medicamento más potente (y mucho más caro 💸) llamado plerixafor, que actúa bloqueando directamente el receptor CXCR4. Es como cortar el lazo de anclaje. De esta forma, logramos que las células madre se liberen y pasen a la sangre periférica, desde donde podemos recolectarlas.
Y recolectarlas también es todo un procedimiento. Se llama aféresis, y no tiene nada que ver con “extraer sangre y congelarla”. Al paciente se le conecta a una máquina que separa la sangre en tiempo real ⚙️. Es un sistema cerrado y automatizado, que usa centrifugación para separar los componentes de la sangre: glóbulos rojos, blancos, plaquetas, plasma… y las preciadas células madre CD34+. Solo esas se retienen; el resto se le regresa al paciente de forma continua 🔄.
Este procedimiento puede durar entre 3 y 5 horas ⏳ y no siempre es suficiente con una sesión. A veces hay que repetirlo varios días seguidos hasta obtener la cantidad de células necesarias. ¿Y cómo sabemos cuántas necesitamos? Pues no se calcula al tanteo. Se calcula científicamente, con base en el peso del receptor. En general, se requiere como mínimo entre 2 y 5 millones de células madre CD34+ por cada kilogramo de peso corporal. Así que si vas a hacer un trasplante a un paciente de 70 kg, necesitas recolectar al menos 140 millones de células madre viables.
¿Y qué pasa después de recolectarlas? No es que se guarden en el refrigerador y ya. Hay que analizar su viabilidad. Es decir, saber si están vivas, si pueden dividirse, si tienen integridad funcional.
Esto lo hacemos los hematólogos con herramientas específicas 🧫. Por ejemplo, usamos citometría de flujo, una tecnología que permite contar cuántas células CD34+ hay, qué marcadores expresan, y si están vivas o no. Para eso se usan tinciones vitales, como el azul tripano o el 7-AAD, que solo entran en células que ya están mu**tas o dañadas. Si la célula está viva, los tintes no la penetran. Así podemos calcular la viabilidad, que debe ser mayor al 90% para que podamos usarlas ✅.
Y aquí viene algo crucial:
ningún médico estético hace esto.
No tienen citometría de flujo, no hacen tinción vital, no pueden decirte si las células están vivas, y mucho menos si pueden dividirse o transformarse.
Así que si alguien te dice “estas células están viables”, pregúntale:
¿cómo lo sabes? ¿Lo mediste tú? ¿Dónde está el análisis?
Pero todavía falta algo más: el almacenamiento. Porque muchas veces las células no se usan de inmediato. Hay que congelarlas. Pero no es un congelador cualquiera. Se usa nitrógeno líquido a -196 °C 🧊. A esa temperatura, el agua que hay dentro de la célula puede formar cristales que destruyen su estructura. Para evitarlo, usamos un producto especial llamado DMSO (dimetilsulfóxido), que actúa como crioprotector. Pero el DMSO también es tóxico ⚠️. Puede causar náuseas, vómito, sabor metálico en la boca, bajadas o subidas de presión. Por eso, su uso exige exactitud y monitoreo médico.
Cada bolsa de células madre congeladas lleva un código, un número de lote, un historial completo, y está registrada con todos los datos del paciente. No existe el anonimato, ni el “producto genérico”. Todo está regulado, porque es medicina de verdad 🧾.
Ahora bien, si hablamos de células madre mesenquimales, el proceso es incluso más largo. Estas se pueden obtener de grasa, cordón umbilical o médula ósea, pero no basta con licuar el tejido 🥣. Hay que digerirlo con enzimas, aislar las células, cultivarlas por días o semanas en un laboratorio especializado, con temperatura controlada, atmósfera con CO₂ al 5%, medios nutritivos, esterilidad absoluta, monitoreo continuo 🧪👨🔬.
Y después de días de cultivo, hay que demostrar que realmente son mesenquimales. Eso implica confirmar que expresan los marcadores correctos (CD73, CD90, CD105) y que no tienen otros como CD45, CD34 o HLA-DR. También deben demostrar que pueden convertirse, en condiciones de laboratorio, en hueso, grasa y cartílago 🦴.
Y todo esto… ¿para qué?
Para poder siquiera considerar usarlas en un ensayo clínico.
Porque, a la fecha, no hay aprobaciones regulatorias para usar MSCs en estética, antienvejecimiento o “rejuvenecimiento celular”. Ni una sola agencia seria ha aprobado su uso para fines cosméticos en personas sanas 🚫. Hay estudios en marcha, sí, pero en enfermedades específicas, no en spa.
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Así que la próxima vez que te digan que te van a aplicar células madre “de cordón”, “de grasa” o “rejuvenecedoras”, pregúntate esto:
🔹 ¿Quién recolectó ese tejido?
🔹 ¿Dónde fue procesado?
🔹 ¿Quién confirmó que esas células están vivas?
🔹 ¿Con qué tecnología fueron evaluadas?
🔹 ¿Qué hacen realmente esas células en tu cuerpo?
🔹 ¿Quién garantiza que no te generarán una respuesta inmune o un daño futuro?
Si no hay respuesta clara, con evidencia, entonces no estás frente a una terapia. Estás frente a una estafa con bata.
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Porque obtener células madre no es un acto de fe, ni una moda. Es una disciplina de alta complejidad científica 🧠🔍.
Y usarlas… es una responsabilidad clínica.
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📚 En el próximo capítulo te cuento para qué sí sirven las células madre: qué enfermedades tratamos con ellas, qué funciones regenerativas están bien estudiadas, y qué usos siguen en fase experimental.
Así vas a poder distinguir entre ciencia… y promesas congeladas 🧊💉.