29/10/2025
A veces nos confundimos con lo que nos duele. Pensamos que somos la enfermedad, que somos la tristeza, la ira, el miedo o ese mal carácter que a veces se escapa de nosotros como si tuviera vida propia. Nos convencemos de que todo eso nos define, como si fuéramos un cúmulo de sombras que se quedaron a vivir en nuestro corazón. Pero no es así.
Tú no eres tu enfermedad.
Tú no eres tu tristeza.
Tú no eres tu miedo ni tu rabia.
Tú eres mucho más.
Lo que sientes, lo que te pesa y lo que te duele, son heridas que aún no han sanado. Cicatrices abiertas que gritan porque necesitan ser escuchadas, comprendidas y, sobre todo, abrazadas. No con rechazo, no con vergüenza, sino con amor.
Piensa por un momento: ¿qué pasaría si en lugar de juzgarte por tus sombras, las miraras como señales de algo más profundo?
La ira no es más que un grito de tu interior pidiendo paz.
La tristeza es un río que te recuerda que aún hay algo por soltar.
El miedo es solo un guardián que te avisa que estás a punto de dar un paso importante. Y ese mal carácter, tantas veces condenado, puede ser la expresión desesperada de un corazón que pide atención y ternura.
No te castigues por sentir. No eres débil por llorar, ni malo por enojarte, ni insuficiente por tener días oscuros. Todo ser humano carga con dolores que no siempre son visibles, heridas invisibles que nos hacen reaccionar de maneras que a veces ni entendemos. Pero recuerda: lo que sientes no te define, lo que te sana sí.
Dentro de ti existe una fuerza inmensa, un centro de luz que no se apaga aunque creas que vives en penumbra.
Esa Esencia es tu verdadera identidad.
Lo demás son capas, aprendizajes, experiencias y heridas que poco a poco se pueden transformar.
Sanar no siempre es rápido ni sencillo. Requiere paciencia, compasión contigo mismo y la valentía de mirar de frente lo que duele. Pero cada pequeño paso hacia tu interior, cada acto de amor propio, cada respiración consciente que te recuerda que sigues aquí, es un avance. Y créeme: tú puedes sanar.
La vida no te trajo hasta aquí para que vivieras atrapado en tus heridas, sino para que, a través de ellas, descubras tu grandeza. Permítete el perdón, la ternura, la aceptación. No se trata de negar lo que sientes, sino de abrazarlo y transformarlo. Porque en lo más profundo, tú no eres el dolor. Tú eres la medicina que lo puede sanar.
Hoy mírate al espejo y recuérdate: “No soy mis heridas, soy el amor que las cura”. ✨
Crédito al autor .
Te acompaño en tus procesos en linea y Presencial