29/07/2023
El fallecimiento de mi papá hace 3 años...
Esto es algo que escribí sobre ese momento, un año después de su muerte. Decidí recompartirlo pues vuelve a conmoverme y a recordarme aquellos dilemas de la vida cotidiana, como profesionales pero sobre todo como personas.
La complejidad de la pérdida de alguien querido, la profundidad del dolor de haberlo visto en un lugar de tanta vulnerabilidad, en donde por el afán de aferrarnos a él, lo sacrificamos, lo amarramos a través de tubos, mangueras que suministran medicamentos de manera automatizada... martirios modernos para el cuerpo de los avances médicos.
Un médico sacrificado en aparatos de su profesión, un médico atrapado en la disyuntiva de su misma paradoja : mientras haya una oportunidad hay que intentarlo pero... ¿en dónde está la línea de cuándo ya la persona necesita más nuestra compasión, nuestra comprensión de que él está listo para partir? .
Muchas veces platicamos de la eutanasia mi papá y yo; derivado de haber visto familiares y pacientes transitar por travesías de mucho dolor y cómo el médico tiene que ser muchas veces esa figura de gran temple que lucha hasta agotar recursos, pero para ello no puede pensar en el dolor, en el costo del cuerpo del paciente.
¿Porqué? Porque muchas veces funciona y el paciente mejora y el temple del médico salva.
Gracias a la convivencia y las conversaciones con mi papá entendí esta paradoja que viven dentro de su profesión.
Vivir tomando desiciones en este risco en donde a quien sujetas es a un otro que muchas veces no conoces, más que a través de la familiaridad de su fisonomía con la tuya, parece cumplir con la misma complejidad del dolor de la familia que esta en espera de la desicion, pero sobre todo del resultado que surja de la mano de ese médico.
Instantes, pequeños gestos, los familiares buscamos algo, un signo de que ese médico sigue siendo humano, sigue sintiendo algo... Una nueva paradoja, la familia del paciente no puede ni tiene cómo acceder a la visión y experiencia del médico en ese instante, pero desde su perspectiva, sólo es visible el temple, que se siente como desapego, sin empatia, sin sencibilidad.
Y finalmente estoy hablando del lujo de haber tenido la oportunidad de pasar por una experiencia así, pues muchas vidas trascienden sin haber tenido el acceso a al menos estas paradojas. En donde la posibilidad de que se salvara esa vida, ya estaba reducida a lo que la rodea.
No quiero ser mal entendida, ninguna muerte es inferior o injusta, todas cumplen un propósito, todas son antecedidas por la experiencia y reto de la persona que está comprendiendo que esa forma de existir se está transformando, esa es la tercera historia, la mirada desde el paciente, a la cual pocos tienen acceso ; mi consuelo ideológico es pensar que es un nivel de compresión de la existencia que solo pueden mirar aquellos que ya la van a soltar, por ello no es visible para los que aún no hemos llegado a ese sitio.
Tantas líneas de conversación que surgen de esta pequeña reflexión.
Te lo dije aquí, de frente, pero lo reitero al espacio que ahora existe concreto y a la par invisible entre tu y yo, te admiro profundamente, gracias por enseñarme a acercarme a mirar varios ángulos de un mismo instante.
Gracias porque puedo sospechar el dolor del médico, de los familiares y del paciente.
Hay mucho que seguir trabajando, hay muchos caminos por acompañar; porque uno no puede saber esto y quedarse sin la intensión de encontrar manera de devolver algo de lo aprendido.
Gracias por tu sonrisa frente a tu muerte.
Gracias por tu temple, para ocultar tu dolor, privilegiando lo que los que estábamos al rededor necesitábamos.
Esta vida extraña todos los días al médico, al amigo, al padre...Te extraño papá, me duele aun saberte en otro tipo de existencia. Todavía no he domado mi egoísmo de no tenerte.