15/03/2023
En ocasiones el duelo es con uno mismo.
Las experiencias difíciles o traumáticas nos cambian. Descoyuntan y quiebran el ser.
Caminamos el pabellón de la muerte personal en contra de nuestra voluntad, pero es preciso para sobrevivir.
Parte del duelo sabio es reconocer que, añoramos la inocencia y la ignorancia en la que acostumbrábamos vivir.
La manera en que se propiosentía el cuerpo, la vida y lo cotidiano. Después de proceso de dolor transformador o, de un evento traumático, es común experimentar un estado de disociación. Puede ser a p***s leve, o profundo y duradero.
Aquí el abrazo de la comunidad es indispensable. Mientras más acompañada se encuentre la víctima del evento, con más recursos podrá atravesar el mencionado pabellón, o túnel de transformación.
Y a pesar de que la transformación sea inevitable, solo se alcanzará la resiliencia si se camina con lentitud y un ritmo orgánico.
Un proceso de duelo sano, sabio y natural, puede durar tres años. Esto en ojos productivistas puede parecer mucho tiempo, pero desde la experiencia viva en el territorio del cuerpo, no hay tiempo.
A veces extrañamos a quienes fuimos, la ignorancia y la inocencia, vivir sumergidos en la dulzura de una realidad que, después de los eventos, parece efímera, una vida pasada.
Es natural. La resiliencia no es enajenación de quienes fuimos. La resiliencia es la facultad de honrar todas las personalidades que hemos sido para llegar a nosotros mismos, con sinceridad, con calma, con amor.
Te escribe Nia Mei Itztlipilli