15/02/2025
Queridos Guardianes del Sonido,
Hoy, en este día dedicado al amor y la amistad, quiero invitarlos a una reflexión profunda sobre la vibración más poderosa que existe: el Amor.
Cada vez que nuestras manos tocan el Gong, no solo generamos sonido; creamos un puente entre lo visible y lo invisible, entre el corazón y el cosmos. El amor que damos y el amor que nos permitimos recibir resuena en cada toque, en cada onda que se expande más allá de lo que podemos ver.
El amor propio es el primer sonido de nuestra existencia. Cuando nos honramos, cuando reconocemos la belleza de nuestra esencia sin juicios ni condiciones, afinamos la frecuencia desde la cual tocamos el Gong. Un corazón que se ama a sí mismo toca con autenticidad, con presencia, con entrega.
El amor hacia los demás es la extensión natural de nuestra vibración interna. Así como el sonido del Gong nunca se contiene a sí mismo, sino que se expande sin límites, el amor que cultivamos dentro se refleja en cada mirada, en cada gesto, en cada práctica compartida. Cuando tocamos desde un espacio de amor incondicional, dejamos de ser intérpretes y nos convertimos en canales de sanación para el mundo.
Hoy, los invito a tocar el Gong como si fuera el latido del universo recordándonos que somos uno. Que cada vibración lleve un mensaje de unidad, que cada toque sea un acto de amor sin palabras. Que el sonido que expandimos toque los corazones de quienes lo necesitan, pero sobre todo, que nos recuerde a nosotros mismos que somos sonido, somos amor, somos infinitos.
Desde lo más profundo de mi corazón, les envío una vibración de gratitud y amor. Que este día nos recuerde que el amor no es un sentimiento efímero, sino la sustancia de la cual estamos hechos.
Carlos Valencia