03/11/2025
A veces creemos que no encontramos a la persona indicada porque “nadie nos llena al cien”.
Nos ilusionamos un rato, sentimos chispas, pero algo dentro se apaga. O simplemente no hay click.
Y es fácil pensar que el problema está afuera: que los demás no saben amar, no quieren compromiso, no sienten igual.
Pero si miramos más adentro, descubrimos algo más sutil: no elegimos con la razón ni con los ojos; elegimos con la herida.
Desde pequeños, aprendimos lo que era el amor a través de lo que vimos y sentimos. Si el amor dolía, si implicaba esperar, si había que ganárselo… nuestro cuerpo guardó esa memoria.
Y hoy, sin darnos cuenta, nos atrae lo que se parece a lo que un día nos dolió, no porque queramos sufrir, sino porque inconscientemente queremos sanarlo.
Nos acercamos al distante para intentar que esta vez no se vaya.
Nos enamoramos del cambiante, para ver si esta vez se queda.
Nos sentimos hipnotizados por quien nos ignora, para lograr por fin que nos mire.
Por eso a veces no hay click con quien nos trata bien: porque el sistema nervioso no lo reconoce como amor, sino como calma, y la calma, si crecimos en medio de la tormenta, puede parecer aburrida.
Y así seguimos esperando a “esa persona que me haga sentir todo lo que nunca sentí”, cuando tal vez el paso previo es aprender a sentirnos completos antes de buscar a alguien que nos complete.
No se trata de que no exista “el indicado”.
Se trata de que, cuando las heridas están abiertas, el amor sano no enciende fuegos artificiales, sino una hoguera tranquila ✨
Una que no deslumbra, pero que calienta el alma 🤍