
30/09/2025
° Cuentan los sabios toltecas que hubo una vez un hombre, llamado Zilacatzintl quien poseía la fuerza de los soles y el espíritu de los jaguares. Se decía que era el más poderoso del mundo, capaz de mover montañas con la palabra y de encender el fuego con la mirada.
Sin embargo, su batalla más grande no fue contra gigantes ni contra otros como el … sino contra sí mismo.
Al amanecer, cuando Tonatiuh apenas extendía sus rayos como flechas doradas, el hombre poderoso escuchaba dentro de sí dos voces. Una era la de su yo inferior, perezoso y temeroso, que lo sujetaba con garras invisibles a las mantas, murmurando:
—“¿Para eso naciste? ¿Para abandonar este calor? Quédate, el mundo puede esperar…”
Pero la otra voz era la de su nahual divino, la chispa del cosmos en su interior, que le decía:
—“¿Para eso naciste? ¿Para dormir? Mira a las plantas, a las aves, a las abejas… todos cumplen con su tarea sagrada. ¿Y tú, olvidado de tu linaje cósmico, rechazas tu deber de florecer?”
Esa lucha era eterna, y cada amanecer se repetía como el giro de la cuenta solar. Los toltecas enseñaron que aquel combate no pertenecía solo a Zilacatzintl sino a toda la humanidad. Cada persona lleva dentro a los dos guerreros: el que busca la comodidad y el que busca el despertar.
Los sabios decían que el amanecer es sagrado porque en él se revela el espejo de nuestros antepasados: hombres y mujeres que se levantaban antes del calor del día para ofrecer plegarias, cultivar la tierra, buscar agua y caminar bajo las estrellas que aún no se apagaban. En esas horas el mundo está más puro, más cercano a los dioses.
Así, Zilacatzintl recordaba que su vida era un regalo fugaz. Recordaba que cada instante era un jade precioso, una pluma de quetzal que no vuelve a repetirse. Recordaba a sus abuelas y abuelos, que cargaron con vidas más duras y aun así honraron la aurora con su esfuerzo.
Por eso los toltecas nos enseñaron:
“El tiempo es un don sagrado, y el amanecer es su templo. Elige levantarte, porque cada mañana es la ofrenda que te entrega el universo para continuar tu obra en la Tierra.”
Así nació el mito del Despertar del Hombre Poderoso, el relato que aún susurra el viento entre los montes y que nos recuerda que la mayor batalla no se libra afuera, sino en el corazón que decide si permanecer dormido… o levantarse para honrar al Sol.