23/04/2025
Primero fue un picor.
Luego, un hábito.
Después… un problema invisible.
Él no lo sabía.
Cada vez que se rascaba los ojos con fuerza, creía que estaba aliviando una molestia.
Una alergia, quizás.
El polvo del día.
La falta de sueño.
Pero en realidad, estaba desgastando una estructura delicada y vital: la córnea.
Con el tiempo, su visión comenzó a distorsionarse.
Las luces se veían raras.
Las letras se deformaban.
Y lo que antes era claro… ahora era un mundo borroso.
El diagnóstico llegó: queratocono.
Una enfermedad progresiva que debilita y deforma la córnea, adelgazándola hasta formar un cono.
No es común.
Pero tampoco es rara.
Y muchos de sus casos están ligados a un gesto tan cotidiano como peligroso: el rascado crónico de los ojos.
Porque el ojo no está hecho para resistir tanta fricción.
Ni tanta presión.
Y menos, de forma repetida.
El queratocono puede llevar a usar lentes especiales, a necesitar trasplantes de córnea o a vivir con una visión siempre alterada.
Y lo más impactante: en muchos casos, se pudo haber evitado.
Así que la próxima vez que sientas esa comezón…
No frotes.
No presiones.
No ignores.
Lava tus ojos. Usa lágrimas artificiales. Consulta a un especialista.
Porque a veces, algo tan simple como no rascarse… puede salvarte la vista.
Y tú…
¿también pensabas que rascarse los ojos no tenía consecuencias?
