30/06/2025
En verdadera forma felina, los gatos se tomaron su tiempo para decidir si convivir con los humanos. A diferencia de los perros, cuya domesticación fue impulsada por una cooperación activa y adaptaciones genéticas significativas, los gatos optaron por una ruta mucho más lenta y sutil. Un estudio exhaustivo publicado en 2017, basado en el análisis de ADN antiguo de más de 200 gatos encontrados en yacimientos arqueológicos de Europa, África y Asia Occidental, reveló que los felinos vivieron junto a los humanos durante miles de años antes de ser plenamente domesticados.
La investigación, dirigida por científicos del Instituto Jacques Monod en París, mostró que la domesticación del gato ocurrió en al menos dos fases principales. La primera, hace aproximadamente 9.000 años, en el Creciente Fértil, donde los gatos salvajes africanos comenzaron a frecuentar asentamientos agrícolas en busca de roedores. Fue una relación de conveniencia: los humanos toleraban su presencia, y los gatos se beneficiaban de una fuente constante de alimento. La segunda gran expansión felina ocurrió mucho más tarde, en tiempos del Imperio Romano, cuando los gatos ya eran transportados por mar y tierra como animales de compañía y controladores de plagas.
Curiosamente, a lo largo de este extenso periodo de convivencia, los genes de los gatos domesticados han cambiado muy poco con respecto a los de sus parientes salvajes, lo que indica que su domesticación fue más cultural que biológica. A diferencia de los perros, que desarrollaron rasgos físicos y conductuales marcadamente distintos, los gatos conservaron una gran parte de su independencia y morfología original. La única alteración genética reciente destacada en el estudio está relacionada con los patrones de pelaje, como las marcas atigradas, que se volvieron más comunes en los últimos mil años, posiblemente por selección humana.
Este patrón evolutivo sugiere que los gatos domesticaron a sí mismos a su ritmo, manteniendo gran parte de su naturaleza salvaje incluso en la vida doméstica. Su transición de merodeadores solitarios a compañeros del hogar moderno es uno de los ejemplos más sutiles y fascinantes de domesticación en la historia humana.
Fuente: Instituto Jacques Monod, París. Estudio publicado en Nature Ecology & Evolution, 2017.
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